El fin de la era medieval

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Luis Jairo Ramírez H.
@JairoRamirezh

Una vez expulsados los españoles, muerto Bolívar y disuelta la Gran Colombia, una aristocracia de hacendados criollos, rentistas, especuladores y dueños de esclavos, enriquecidos con el usufructo de la guerra de independencia, asaltó la dirección del Estado y se erigió en clase dominante para conservar y prolongar sus privilegios, manteniendo las prácticas medievales del régimen colonial.

Aunque decían representar un régimen republicano, establecieron una “democracia con esclavitud”, constituyeron a mediados del siglo XIX los partidos liberal y conservador que protagonizaron diversas guerras civiles. A comienzos del siglo pasado el partido conservador convirtió el país en neocolonia norteamericana, entregó Panamá y facilitó la instalación de enclaves económicos. La violencia fue el signo característico de las élites dominantes: las masacres, los asesinatos de líderes populares, las torturas, detenciones masivas y el destierro masivo.

Lo que prevaleció durante todo el tiempo fue un régimen de terror, cualquier signo de oposición fue aplastado, la violencia bipartidista de los años cincuenta dejó 300 mil muertos; Gaitán, Pardo Leal, Galán, Pizarro y Bernardo Jaramillo fueron asesinados para impedir que un pensamiento diferente llegara a la presidencia; el movimiento gaitanista y la Unión Patriótica fueron sometidos al exterminio masivo.

Con la connivencia de los Estados Unidos, el Estado colombiano creó el paramilitarismo para que actuara de la mano con las fuerzas armadas y la financiación de los clanes del narcotráfico; ese híbrido del Estado terrateniente-mafioso produjo 8,1 millones de víctimas, desde el año 1985 a la fecha, todo lo cual está en la impunidad.

Durante estos dos siglos se impuso la dependencia, el atraso industrial y económico, el abandono social y la corrupción desaforada.

Con razón Gustavo Petro reconoció que “nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo, los nuevos esclavismos”. Es cierto que una sociedad avanza si desarrolla sus fuerzas productivas.

Tras un accidentado Acuerdo de Paz, de un estallido social sin precedentes y una compleja campaña electoral, Colombia será gobernada ahora por una coalición progresista. El Pacto Histórico logró más de 11 millones de votos y se enfrenta al desafío de gobernar un país destrozado por la violencia y avaricia de una oligarquía despiadada y anacrónica.

Con la segunda vuelta presidencial se desencadenó el acercamiento de sectores del Establecimiento, el santismo, liberales, Cambio Radical, independientes, verdes; de hecho, se ha configurado un Frente Amplio por la Vida, la Paz y la Democracia; con posiciones que pueden ir desde el oportunismo, el copamiento, hasta el realismo; bajo la identidad en defensa del Acuerdo de Paz, de reformas que conduzcan a un avance real, superar la polarización y caminar hacia la convivencia.

Habrá incomprensiones. En su obra La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo escrita en 1920, Lenin subraya que “solo se puede vencer a un enemigo más poderoso poniendo en tensión todas las fuerzas y aprovechando obligatoriamente con la mayor minuciosidad y habilidad la menor ‘grieta’ entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre los diferentes grupos de la burguesía; aprovechar así mismo las posibilidades de lograr un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, poco seguro. El que no comprende esto, no comprende ni una palabra del marxismo, ni de socialismo científico contemporáneo, en general”.

Fortalecer nuestra organización y mantener en tensión la movilización social es el camino.