El faro escamado del Tajamar

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Renata Cabrales

El faro escamado del Tajamar, Bocas de ceniza, comienza haciendo alusión al genial Aleph de Jorge Luis Borges, y nos conduce desde ese momento a la idea fantástica de la existencia inenarrable de un punto exacto desde el cual se puede ver simultáneamente todo el universo.

El autor nos muestra poco a poco, al descubrir este universo mágico el que se desenvuelven interesantes personajes, que estos han sido creados a partir de la idiosincrasia del caribe colombiano y por supuesto, luego de haber tomado como excusa uno de los acontecimientos más importantes de la cultura barranquillera, el Carnaval de Barranquilla.

A través de la intertextualidad, esto es, a través del diálogo con grandes obras de la literatura universal, el autor nos muestra su vasto conocimiento de cultural general, y así se hace evidente por ejemplo, la intertextualidad de estilo con obras de autores del Boom latinoamericano, como el argentino Jorge Luis Borges y el premio Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez, el estilo de este último lo recordamos por el notable realismo mágico que caracteriza a esta obra ejemplar y la voz de personajes que han sido creados de tal manera que cualquier persona oriunda del Caribe colombiano se identifique con alguno de ellos.

Uno de los personajes a resaltar debido a su interesante humanismo y especial filosofía de vida es Armando. El joven es el segundo hijo del “Químico”, quien desde que se murió su madre, decidió esconderse tras la máscara de la Marimonda, para así poder esconder su tristeza. El joven no ve la máscara como un mero disfraz típico del Carnaval de Barranquilla, sino como: “Una expresión contra la hegemonía del egoísmo…”.

Y es sin duda, su filosofía de búsqueda de un mundo más humano y menos individualista que salvó, al final, al Tajamar, de una verdadera catástrofe, producida de forma inconsciente por el inocente personaje del líder, debido a su eterna búsqueda de ese amor que nunca consiguió de su amada Mandrea, una mujer malvada, fría y calculadora. Egoísta e individualista, características que Armando busca borrar del ser humano.

Es así como Mando (Armando), “había transformado la máscara en una heterotopía real compuesta y deseable: contrahegemónica, que actuaba como contraespacio a la verdad impuesta al resto de los humanos”.

Esta obra, que gira en torno al Carnaval de Barranquilla y toda la cultura caribe y de este mágico lugar entre Santa Marta y Cartagena, se analiza desde la estética de lo carnavalesco, lo grotesco, lo no lineal lo que transgrede la norma impuesta por el poder hegemónico.

Confluyen en su escenario una polifonía de voces que rompe con el convencional metarrelato, donde la realidad es única e inamovible. Estas voces se incluyen en el discurso de diversas maneras, ya sea por la condición social, cultural (la inmigración en el caso de Barranquilla) o económica; creando de esta forma, una especie de estratificación de la lengua, dividiéndola en jergas, lenguaje de las cárceles, del bajo mundo, dialectos, chismorreos e incluso un lenguaje de género que nos advierte, a partir de los personajes femeninos, que estos son creados a partir del machismo exacerbado, como realidad de la cultura caribeña colombiana.

El autor de esta obra publicada recientemente, Seuxis Hernández, barranquillero, exiliado en Suiza; es músico, pintor, chef, escritor y defensor de derechos humanos. Este diálogo con diversas artes y oficios refleja su experiencia a la hora de crear un universo fantástico, inspirado en la cultura caribe colombiana y las diferentes culturas, que atraídas por el gris místico de Bocas de Ceniza llegaron para quedarse en ese Aleph que, con su diversidad de colores, sabores y sonidos, incita al verdadero despertar de los sentidos.