Siria, la última frontera

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Federico García Naranjo
@garcianaranjo

Cuando la situación militar en Ucrania cada vez se pone peor para las fuerzas de la OTAN y, además, cuando el ejército sionista de ocupación tiene que pactar una tregua con Hezbollah para no ser pulverizado en el sur del Líbano, ahora nos despertamos con la noticia de la reactivación de la guerra civil en Siria.

El viernes pasado, día sagrado para los musulmanes, fuerzas del grupo Hayat Tahrir al-Sham, HTS, la franquicia de Al Qaeda e ISIS en Siria, comenzaron una ofensiva que hasta ahora les ha permitido tomar casi por completo la ciudad de Alepo. El día escogido no fue una casualidad, pues los viernes son los días de recogimiento y oración para el mundo musulmán ─algo similar al domingo en el Occidente cristiano─, lo que significa que la mayoría de las fuerzas sirias estaban descansando o desprevenidas.

Si bien los medios corporativos de comunicación se han esforzado en presentar a estos combatientes de HTS como “rebeldes moderados” o incluso como “sirios”, lo cierto es que son grupos de salafistas a sueldo de Occidente, fanáticos religiosos dispuestos a aniquilar a cualquiera que no comparta su retorcida visión del islam, además de que la mayoría provienen de países como Libia o Uzbequistán. Es decir, son los mismos mercenarios que Estados Unidos ha utilizado para desestabilizar gobiernos como el libio en 2012, convirtiendo al país más próspero de África en un Estado fallido y un repugnante mercado de esclavos, en Irak y ahora de nuevo en Siria.

Siria ─junto con Argelia─ es uno de los pocos países mediterráneos que no son títeres de Estados Unidos. Además, aloja en su territorio la única base militar rusa sobre dicho mar y, para su desgracia, no solo es vecino de la entidad sionista, su enemigo secular, sino que es víctima de bombardeos todas las semanas por parte del ejército de ocupación.

El país es demonizado por la prensa occidental y su líder, Bashar Al Assad, es presentado como poco menos que un tirano sin escrúpulos. Recordemos que, si bien Siria no es una democracia liberal como le gusta a Occidente, es uno de los países más diversos de la región y todas las religiones conviven en paz gracias a, justamente, el empeño del Gobierno por construir una sociedad tolerante y respetuosa.

Ese no es el problema, claramente. El problema es que la ubicación estratégica de Siria lo hace apetecible a los intereses estadounidenses y europeos, quienes están dispuestos a destruir el país con tal de controlarlo. Mientras los aviones de combate israelíes hacen de fuerza aérea de los salafistas, la incursión de más de 30.000 combatientes iraquíes, la movilización de las fuerzas kurdas del PKK, el anuncio de Hezbollah de destinar hombres para el combate y la decidida participación rusa en el conflicto, hacen prever que lo que hemos visto hasta ahora en la región es solo el aperitivo. Tal vez la III Guerra Mundial sí comience por aquí.

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