Paz Total y Nuestra América

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Pietro Lora Alarcón

Uno de los temas de mayor transcendencia en la exitosa reunión del Grupo de Trabajo del Foro de Sao Paulo, realizada recientemente en Bogotá, fue el de la Paz Total. Hay mucha sintonía y comprensión sobre el hecho de que no se está hablando de una paz nacional, doméstica y exclusivamente colombiana, sino que este proceso tiene repercusiones e impactos en el contexto regional por varias razones.

Una de ellas es que cuando se habla de paz lo que está en juego es la relación de fondo entre los países del área y los Estados Unidos, especialmente la proyección de la resistencia frente a las tácticas imperiales, hegemónicas e injerencistas, en lo geopolítico y lo militar. No hay nada más desafiante para los planes imperiales de militarización del mundo que promover la paz. Por eso, la idea de América Latina y el Caribe como región de paz y seguridad hemisférica, que es perfectamente compatible con la aspiración de gobiernos democráticos y progresistas, es diametralmente opuesta a la pretensión imperial de arrastrar al mundo a una guerra de dimensiones a escala cada vez más global.

Concebida de esta forma, la Paz Total se presenta como un fundamento de la democracia, aliada a la conquista del conjunto de condiciones de libertad e igualdad, porque se trata de una política ligada a la seguridad humana, a la alimentación, a la salud y a las garantías laborales en el campo y la ciudad.

Otra de ellas es que la Paz Total se entrelaza con la integración latinoamericana y caribeña, rechazando imposiciones sancionatorias y bloqueos a pueblos hermanos y promoviendo un escenario para la búsqueda de salidas políticas, dialogadas y pensadas bajo la óptica de la autodeterminación y la cooperación para la superación de la pobreza y el hambre. Se trata de una paz de fronteras, de salidas diplomáticas, que incluye el compromiso de lo ya pactado en el 2016 ya que ese Acuerdo hace parte de la legalidad internacional, validada y legitimada por los pueblos del mundo y la ONU.

Por otro lado, una cuestión que emergió con claridad es que la Paz Total es un proceso de potencialización de la vida, que tiene varias dimensiones y que, como diría una de las delegaciones, implica comprender que cada momento tiene sus desafíos y eso significa renacer y rediseñar las iniciativas. Por eso, fue destacado el hecho de que la Paz Total es una forma audaz, pero al mismo tiempo compleja, desde un gobierno con arraigo diferente de todos los anteriores que hayan promovido procesos para alcanzar la paz, puesto que la correlación de fuerzas de la cual surge es también diferente, dentro de un contexto regional en el cual la iniciativa política nace y se promueve desde la izquierda.

Desde luego, incluye generar condiciones y escenarios en los territorios de Colombia, donde hay dinámicas del conflicto diferenciadas y de diversa intensidad. La Paz Total no está desvinculada del reconocimiento de las variadas experiencias de resistencia campesina en defensa de sus derechos, que siguen una lógica política en la cual se construyen mecanismos e instrumentos que son respuesta a las agresiones de agentes del Estado.

Lo que resultó de esa importante reunión es que el momento es propicio para una agenda de paz y seguridad hemisférica y desde Colombia es posible y necesario plantear iniciativas de gran calado en tal sentido.