Federico García Naranjo
@garcianaranjo
Más allá de la jugadita que eligió a Ismael Peña como rector de la Universidad Nacional de Colombia, la triquiñuela desató unas inconformidades acumuladas por décadas frente al modelo de universidad mercantil que se ha venido imponiendo.
Ha sido habitual. La comunidad universitaria acude a la consulta para elegir rector, el profesor Leopoldo Múnera obtiene una cómoda mayoría sobre los demás candidatos y el Consejo Superior decide elegir a otra persona, normalmente la que obtiene menos votos. Es algo que ha sucedido al menos desde hace veinte años, pero cuyas consecuencias no habían pasado de la molestia o las lamentaciones. Esta vez ha sido diferente. ¿Por qué?
Según el profesor de la Facultad de Ciencias Humanas, sede Bogotá, Miguel Ángel Beltrán, se conjugan hechos de corta, mediana y larga duración. En lo inmediato, hay una enorme inconformidad por las decisiones de la actual rectora Dolly Montoya y el grupo a su alrededor, como la reforma al estatuto de profesores, las políticas sobre posgrados o extensión y el trato punitivo a los problemas de convivencia dentro del campus. En el fondo, lo que molesta es la creciente privatización de la universidad y su sometimiento a las lógicas del mercado.
“Todo esto ha confluido ahora con la falta de democracia y de autonomía universitaria ─banderas de la reforma de Córdoba de 1918─ que en esa época sirvió para proteger a la Universidad de los poderes religiosos y políticos, pero que ahora sirve para reclamar que se reconozca a la comunidad universitaria, quien permanece ajena a las decisiones”, sostiene Beltrán. Por ello, la solución no es solo cambiar al grupo que ha dirigido la universidad durante los dos últimos decenios ─“la camarilla de Mantilla” o “la banda de los cuatro”, como los bautizó ingeniosamente el estudiantado─, sino replantear de fondo el destino de la universidad.
“El apoyo que recibió el profesor Múnera expresa un deseo por otro tipo de universidad diferente del mercantilismo, una que llegue a todos, especialmente a los más excluidos”, dice Beltrán. “La reforma que impulsó Santos en 2013 y que la MANE tumbó, se ha venido aplicando a cuentagotas. Quienes lo han hecho son este grupo que ha contado con el respaldo de los anteriores gobiernos, pero la actual coyuntura ha permitido que un proyecto revestido de academicismo y cientificidad se revele como lo que es en realidad: un proyecto económico de la educación”.
La indignación se extiende a otras universidades públicas, que ya están convocando movilizaciones y asambleas. La multitudinaria manifestación del pasado 11 de abril de los estudiantes de la Nacional para respaldar el nuevo Proyecto de reforma a la educación es solo un aviso de lo que se avecina. El paro resuelto por la Asamblea Triestamentaria y la convocatoria a un proceso de constituyente universitaria son las herramientas con que se buscará, ahora sí, democratizar la universidad y hacer honor a su nombre: la universidad de la nación.