Las mujeres cubanas frente al empleo

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Casi la mitad de las mujeres cubanas están desvinculadas del empleo remunerado. Foto de Allan Wadsworth en Unsplash

El contexto de crisis económica en la mayor de las Antillas supone grandes retos para conciliar la producción de bienes y servicios con la reproducción de la vida. El trabajo invisible de las mujeres amortigua el impacto

Amanda Tamayo Rodríguez

Quien tenga ojos puede ver la paradoja. Es 8 de marzo y cada fábrica y oficina en Cuba prepara una “actividad”. Esta es una palabra ceremoniosa e insulsa que la lengua común ha escogido perfectamente para describir el concepto: un alto en la rutina, un punto del día en las reuniones pasadas, que conmemora la fecha.

Las propias mujeres organizan el ritual, traen postres de casa, cortan, sirven, comen, sonríen y dicen algunas palabras por la ocasión. Los hombres sonríen a la par, comen, entregan postales y dedican otras palabras de cortesía.

Los timelines de Facebook y otras redes sociales se inundan de mensajes más o menos oficiales, más o menos feministas, de felicitación o de énfasis en el “valor” o el “aporte” femenino a la vida social.

El sector no estatal tiene otro discurso. Ya no es el “aporte” femenino ─la mujer para los otros─ lo importante. Es la mujer que logra. Que logra dedicarse al trabajo remunerado a pesar de cuidar hijos o atender un hogar. La adicta al trabajo, que logra rentabilizar su tiempo y ocuparse de todo a la vez, que no descansa, que tiene un poder superior.

La productividad como consigna

Las dos mujeres ideales terminan el día igual. Una busca a los hijos en la puerta de la escuela, llega a casa y prepara la comida del día. La otra espera a que todos coman y se duerman para sentarse a trabajar. Más tarde de lo debido, ponen la cabeza en la almohada.

Ha terminado el 8 de marzo. Mañana vuelven a ser mujeres ordinarias. Nadie les felicitará porque los hijos lleguen a la escuela limpios y con el almuerzo en la mochila. Nadie les dirá que van a “llegar muy lejos” con sus estudios y su emprendimiento. Mañana las miran, pero no las ven.

Con un marco legal consolidado por años, Cuba dispone del acceso a la educación y el empleo, la igualdad salarial, el derecho al descanso, la seguridad social, las licencias por maternidad y paternidad de hasta un año de duración, los principios de no discriminación. Todo actualizado en los últimos años y expuesto públicamente en la Gaceta Oficial de la República.

Y sí, las cubanas son mayoría entre la población profesional, y su incorporación al mercado laboral ha sido reconocida como relevante no solo para su género, sino para la vida económica del país. En teoría, esto sería una ventaja en un mercado laboral que dice asignar valor al trabajo de las personas en función de su calificación y capacidad, pero como han demostrado las estadísticas de ocupación y de igualdad de género, el sistema económico, en la práctica, no lo ve así.

La ruta hacia la igualdad

En 2021, un grupo de investigadoras cubanas se dedicó a interpretar indicadores de la economía con la mira en la equidad de género y demostró que la educación alcanzada por las mujeres en Cuba, aunque superior a sus congéneres, no se corresponde con su participación en el empleo, en la producción de bienes y servicios básicos ni el acceso a puestos de dirección.

Los cuidados en la ruta hacia la equidad en Cuba, el texto en cuestión, ensaya una radiografía de las distintas posiciones en que el contexto económico del país reproduce situaciones de desigualdad.

Ya se vio durante la década de 1990: las crisis económicas también discriminan por género. El entonces llamado por el gobierno de Fidel Castro “Período Especial” significó la renuncia a sus puestos laborales de miles de cubanas, y no fue hasta 2009, mucho después del repunte de la economía, que volvieron a salir de los hogares.

Ahora, la llamada Actualización del Modelo Económico ─un proceso liderado por el Partido Comunista de Cuba para recuperar y mejorar indicadores macroeconómicos─ significa una nueva “negociación” de los límites entre los sectores públicos y privados, tras décadas de centralización económica.

El discurso oficial toma como centro la productividad del trabajo, la sustitución de importaciones, el “encadenamiento productivo”. Y la “mujer ideal” de arriba no tiene las de ganar en estos tiempos. Está más y mejor formada, pero en especialidades orientadas a los servicios y no a los sectores productivos, por tanto, peor remunerada. Tampoco tiene bienes y activos suficientes para ser mayoría en el sector privado ─ocupan apenas un cuarto de los titulares de negocios, de acuerdo con el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz─.

De la oficina a la cocina, otra vez

El Estado cubano conjuga otra estrategia frente a la crisis económica: reducir los gastos de asistencia social. En la última década, se han actualizado las regulaciones para proteger grupos poblacionales específicos, llamados vulnerables, en detrimento de las políticas universales.

Hay menos prestaciones de la asistencia social para adultos mayores y madres cuidadoras de hijos con discapacidad. Hay menos capacidades en hogares de ancianos ─residencias públicas─ y más ancianos.

El costo de la vida sube y los ingresos bajan, lo que la mayor parte de los cubanos y cubanas consideran un problema común, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Igualdad de Género. Entonces no es otro que el trabajo doméstico y mayormente femenino el que sostiene el bienestar de la familia, y en cada una es diferente.

No es igual cuidar de adultos mayores en las zonas rurales que en un municipio urbano de La Habana, con los hospitales cerca. No es lo mismo cocinar a leña que en ollas eléctricas. O tener un trabajo formal que limpiar casas ajenas sin seguridad social ni garantías.

Cada pequeña variable puede añadir nuevos niveles de precariedad en que las cubanas tratan de conciliar labores remuneradas y domésticas: acceso a guarderías públicas ─llamadas “círculos infantiles”─, enfermedades crónicas, combustible para cocinar, estado de las viviendas.

Tantas que, a veces, acaban por llevar al límite la situación laboral de las mujeres cubanas: casi la mitad de ellas está desvinculada del empleo remunerado. Si alguien les pregunta, responderán que no trabajan y el sistema se lo cree.

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