Gabo Becerra Yáñez (*)
No sorprende que, en este último tramo del período presidencial, se intensifique la ofensiva de las derechas y sus aliados contra el proceso de cambio, el gobierno, su agenda de reformas y el presidente Gustavo Petro, reflejando nítidamente la vigente y compleja lucha política de clases que no desaparece.
Con el propósito de retomar la conducción del ejecutivo en el 2026 y, con ello, imponer su agenda de contrarreformas y la conducción militarista del Estado, las élites no pondrán muy pocos límites a sus acciones. La mayoría de los voceros de la reacción se sienten envalentonados con las corrientes conservadoras y fascistas que recorren y triunfan en EE. UU. y una buena parte de Europa, y tratan de encontrar tierra fértil en América Latina a través de sus alianzas históricas o nuevas, y mediante la política de neointervencionismo, bloqueos y xenofobia.
En los 30 meses transcurridos del primer gobierno progresista, han logrado sabotear de múltiples maneras los proyectos de reformas en el Congreso, además de saber infiltrarse, promover y aprovechar contradicciones, errores y oportunismos en el campo progresista.
Ante este panorama, ¿cuál debe ser la actitud de las izquierdas y los progresismos?
La peor respuesta es no saber leer el momento político y equivocarse de contradictor, considerando que, por encima de la amenaza del proyecto reaccionario, pueden estar luchas internas o contradicciones secundarias. No sería la primera vez que, por razones similares, en la historia nacional e internacional triunfe la derecha.
No se trata de renunciar a la lucha ideológica o política contra posturas o prácticas ajenas al ideario transformador, ni de renunciar a reclamar transparencia, más democracia, más participación y cumplimiento del programa. Se trata, más bien, de asumir estas disputas en el contexto y el panorama general de los intereses, poderes y contradicciones que se expresan en la lucha concreta.
Al proyecto reaccionario que trata de reagruparse y canalizar las inconformidades, la persistencia de la violencia o las limitaciones del proyecto del cambio, hay que responderle con más contundencia, elevando la moral y la lucha ideológica-política y contra lo que representan sus nefastos gobiernos. No tenemos por qué aceptar lecciones de buen gobierno o ética de los responsables de la tragedia nacional.
Son tiempos de lucha y de unidad, y es fundamental concentrarse en las tareas prioritarias del momento. Entre estas, en primer lugar, apoyar al Gobierno y al presidente en su llamado a mejorar la implementación del Plan de Desarrollo; en segundo lugar, reforzar la lucha por las reformas, respaldando estas desde las calles, al igual que los proyectos a favor de un nuevo sistema de salud, una nueva ley laboral, la jurisdicción agraria y la financiación de la universidad pública.
Solo en el marco de estas batallas será posible fortalecer y consolidar el Pacto Histórico como un movimiento político unitario, capaz de contribuir a un gran frente amplio y de convergencia triunfal en el 2026. No debemos equivocarnos.
* Representante UP-Pacto Histórico por Bogotá