Falsas terapias «sanan» lo que no es enfermedad

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Manuel Antonio Velandia Mora

Probablemente te has encontrado con las siglas/acrónimo ECOSIEG o ECOSIG – Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual, Identidad y/o Expresión de Género), exactamente son tentativas de aniquilamiento de subjetividades LGBTI. Observemos que no hablan de terapias porque no lo son, no puede haber terapia donde no hay enfermedad, simplemente son esfuerzos para “corregir” lo que no está dañado. En este texto se ponen entre comillas las palabras cuyo uso refuerza el carácter crítico en relación con los efectos generados por la utilización inapropiada de esa y otras palabras, como “cura” y “conversión”.

Señalar las cuestiones críticas, violaciones, impactos, efectos y radicalizaciones existentes de las conocidas popularmente como “terapia de conversión” o “cura gay”, parte por reconocer la existencia y presencia en Colombia del fenómeno que describe actualmente al conjunto más amplio de esfuerzos orientados al convencimiento de que las personas de los sectores LGBT son inferiores por no cumplir el patrón cisgénero, heteronormativo, binario, sexista y LGBTfóbico y que, por este motivo, deben ser “curadas” o “corregidas”.

Bajo el pretexto de ayudar a las personas a convertirse en cisgénero y heterosexuales, estos esfuerzos se utilizan para fomentar el miedo y el odio a sí mismo, a través de medios violentos como la manipulación psicológica, los choques eléctricos en testículos, clítoris, pezones, tetillas y otras partes del cuerpo, como también a la violación y la tortura.

Parten de la premisa de que sería posible “corregir” la orientación sexual y/o la identidad de género de personas de los sectores LGBT.

Aplicaciones problemáticas que no se limitan a iglesias y falsos profesionales de la salud mental, sino que han sido empleadas también por psicólogos que afirman ser “profesionales”.

La experiencia de vulneración de derechos en un mismo sujeto puede tener distintos actores responsables y suceder en una diversidad de contextos.

Estas prácticas están permeadas por ámbitos de dominio en los cuales distintas formas de creencias y fe se instrumentalizan a favor de mantener las normatividades sociales existentes que perpetúan la LGTBfobia.

Estos esfuerzos existen desde finales del siglo XIX, con algunas modificaciones en sus tácticas y estrategias a lo largo de los años, variando regionalmente en algunos puntos, pero manteniendo intactas las bases sobre las que actúan: la heterosexualidad (obligatoria y normativa) se debe buscar a cualquier costo; existe solamente un dios, que determinó que “los pecadores se van al infierno”; y, finalmente, afirmar que es posible “revertir” o “curar” lo que se cree son “tendencias homosexuales”.  Cabe destacar que la normativización buscada se fundamenta en la heterosexualidad como patrón comportamental socio-genital, en el que la posibilidad de una existencia transexual poco se considera.

En el informe del estudio “Entre ‘curas’ y ‘terapias’: esfuerzos de ‘corrección’ de la orientación sexual e identidad de género de personas LGBTI+ en Brasil” publicado por All Out junto y el Instituto Matizes – Pesquisa e Educação para a Equidade[1], se afirma que, quien vivió prácticas de “conversión” o “cura” en el ámbito religioso, dio significado a la experiencia utilizando los términos accionados por los operadores de estas prácticas (como pastores, sacerdotes, “hermanos de la iglesia”, consejeros espirituales y/o profesores de escuelas dominicales, coordinadores de campamentos infantiles y juveniles).

Es así como las victimas entrevistadas identificaron los contextos en los que se realizaban estas prácticas como “sesiones de exorcismo”, “sesiones de oración para la salvación”, “expulsión del enemigo”, “manos sobre la cabeza para eliminar el espíritu maligno del cuerpo”, “ayuno para dominar las tendencias equivocadas”.

“Aceptar” someterse a tratamientos, intentos de “conversión/reversión”, exorcismos, castigos físicos, fue fruto de una socialización impregnada, desde la infancia, muchas veces reforzada por padres y madres quienes en un “amor insano”, que se soporta en la creencia de que habría un modo “correcto” y un modo “incorrecto” de relacionarse con el mundo afectiva y sexualmente.

Suelen utilizar estrategias de manipulación mental con las que la víctima llega al convencimiento de su “error” o “enfermedad” sin que necesariamente sean aplicadas prácticas directas en busca de la “conversión”: son discursos y acciones reiteradas a los sujetos desde los cuatro o cinco años de edad, e incluso edades más tempranas, a fin de identificar si existía algo “anormal” en ellos, y lo que ellos mismos, en colaboración con sus familias, redes de apoyo y grupos religiosos, deberían hacer  para “corregir” este “problema”.

Las “terapias” suelen ser buscadas o aceptadas en la demanda de ser aceptados por la familia, la iglesia, la sociedad, los compañeros de trabajo y sobre todo para sobrellevar la violencia cotidiana y permanente que los ha llevado a buscar este tipo de apoyo, generalmente en las iglesias.

Dicha “búsqueda” ha sido aprovechada a un alto costo emocional, social y económico para exorcizarles el demonio de la homosexualidad, curarles de esa debilidad y crear la culpa suficiente, para tenerlos amarrados pagando la culpa con el diezmo y llevándolos a extremos que les conducen incluso hasta la depresión, el tratamiento psiquiátrico e incluso el suicidio.

Cuando las familias no aceptan a las personas en razón de su orientación sexual, la separación social y aislamiento les lleva a un ostracismo que se convierte en el detonante que motiva traspasar los límites para entrar en la auto violencia con experiencias como el cutting, self injury o risuka, es decir la automutilación o cortes en la piel que algunas personas se realizan de manera intencional sin el propósito inmediato de atentar contra su vida.

A muchos ex-gay/lesbiana/bisexual/trans, el peso del deseo y el erotismo les conducen a prácticas culpabilizadoras que son difíciles de aceptar y asumir. Estas personas cuando son o han sido lideres religiosos pasan más fácilmente a la represión propia y la de los demás, y se ven obligadas en su propia auto violencia al proselitismo, la hipocresía, la negativa a la libertad y en muchos casos a la culpa devastadora.

 

Antecedentes

El desarrollo de la “terapia de reorientación sexual” puede ser dividida aproximadamente en tres periodos: un primer periodo freudiano, un segundo periodo en el que la tenía la aprobación de la mayoría del establishment de la salud mental, época en la que los médicos se convirtieron en el «gurú principal» de la sexualidad, y un periodo posterior a los disturbios de Stone Wall, cuando la mayoría de los profesionales de la medicina rechazó el procedimiento.

Los primeros intentos de clasificar la homosexualidad como una enfermedad se realizaron en el movimiento europeo de sexólogos a finales del siglo XIX. En 1886 el sexólogo Richard von Krafft-Ebing listó la homosexualidad entre otros 200 casos estudiados de prácticas sexuales pervertidas en su obra final Psychopathia Sexualis.

En 1896 Sigmund Freud publicó sus ideas sobre el psicoanálisis. Freud creía que todos los humanos eran bisexuales por nacimiento y que, el que una persona en particular manifestase la homosexualidad o la heterosexualidad, era resultado de factores ambientales que interactuaban con los impulsos sexuales biológicos. Freud expresó serias dudas sobre el potencial de la “conversión terapéutica”.

Freud no consideraba la homosexualidad como una «anomalía» a diferencia de la psiquiatría de su época― sino que postulaba que todo individuo podía realizar esta «elección» debido a la universalidad de la bisexualidad psíquica por él postulada.

Hasta mediados del siglo XX, los intentos médicos de «curar» la homosexualidad incluyeron prácticas que aún se utilizan: tratamientos quirúrgicos como: la histerectomía, ooforectomía, ablación de clítoris, castración, vasectomía, cirugía del nervio pudendo, y la lobotomía.

También se ha intentado el “tratamiento” con diversas sustancias, que incluyen: uso de hormonas, choque farmacológico y la aplicación de estimulantes y depresivos sexuales.

Otras prácticas incluyen: “terapia de aversión”, intento de reducción de la aversión hacia la heterosexualidad, tratamiento por electrochoque, terapia de grupo, hipnosis y psicoanálisis. Algunos de estos tratamientos incluyen drogas inductoras de náuseas.

El 5 de agosto de 2009, la American Psychological Association declaró en una resolución (con 125 votos a favor y 4 en contra), que los profesionales de la salud mental no deben decirle bajo ninguna razón a sus clientes homosexuales que pueden convertirse en heterosexuales a través de “terapia” u otros tratamientos.

La Asociación Mundial de Psiquiatría, organización paraguas que agrupa a 138 sociedades de Psiquiatría de 118 países y que representa a más de 200.000 psiquiatras, se posicionó claramente en 2016 afirmando que la homosexualidad no es patológica y que las «terapias reparativas» no sólo son ineficaces, sino que incluso son perjudiciales. La WPA ha afirmado que el «riesgo potencial de la “terapia reparativa” es grande, incluyendo depresión, ansiedad y comportamiento autodestructivo, ya que el posicionamiento del terapeuta en los prejuicios sociales contra la homosexualidad puede reforzar el odio a sí mismo que tenga el paciente».

[1] https://s3.amazonaws.com/s3.allout.org/images/All_Out_Instituto_Matizes_Informe_Completo_Entre_Curas_Y_Terapias.pdf