Mauricio Chaves-Bustos
Esto, que quería ser una nota periodística, se vuelve una crónica con lo que voy a narrar, ya que debo recurrir a la primera persona, dada la experiencia particular frente a un accidente de mi esposa acaecido recientemente y que, otra vez, pone sobre el tapete el tema del maltrato que las EPS dan a sus usuarios, en el caso concreto me refiero a Compensar, a quien de ahora en adelante me referiré como Descompensar, la misma que últimamente atiende únicamente en Cundinamarca y Bogotá, dejando de funcionar por resolución propia en el resto del país.
Antes debo decir que para la mayoría de colombianos de a pie no es un secreto que los servicios que prestan las EPS son en la mayoría de los casos deficientes o malos, llegando casi a la perversidad, empezando porque la asignación de citas depende de la capacidad de estas para atender, las cuales casi siempre están atiborradas, ya que por captar dinero del Estado las sobredimensionan, por eso no es raro que si se llama a solicitar una cita, por ejemplo de odontología en el mes de marzo, le digan que hay disponibilidad en agosto, cuando un dolor de muela muchas veces, según el proverbio coloquial, no se le desea ni al peor enemigo.
Pero así son las cosas en ese estado gaseoso que nadie sabe cómo funcionan o para que fueron creadas, o quizá sí, los avivatos que se han enriquecido del erario a costa de la salud de los colombianos, los mismos que se oponen a que haya una reforma de fondo a la salud en el país, lo triste es que, estos mismos esbirros, a punta de publicidad engañosa, han logrado tener la favorabilidad de millones de colombianos de estratos 1, 2 y 3, es decir los menos favorecidos, a punta de marrullerías y engaños. Por eso no es raro que nadie proteste frente a los malos tratos de las EPS y, al contrario, defiendan a quienes se oponen a la reforma a la salud. Manes del destino, vaya uno a saber por qué.
Accidentada mi esposa de una fractura del pie en tres partes, debimos acudir a un hospital que tiene convenio con Descompensar, si bien la atención fue pronta y oportuna, mi esposa debió pasar la noche en una camilla en un corredor, ya que no hay camas ni mucho menos una silla de ruedas o una atención digna, algunos médicos y enfermeras, no todos desde luego, han perdido totalmente la empatía con el paciente y les importa un bledo que estos se retuerzan del dolor, total, a ellos les llega su asignación mensual atiendan bien o atiendan mal, no importa.
El juramento hipocrático y la envestidura de batas blancas no debería ser un acto únicamente de la graduación, sino que deberían renovarlo cada año, por lo menos, para recordarles que atienden es a seres humanos, no a números de camas o de habitación, desde luego cuando las hay. Debo decir que en general la atención fue medianamente buena, dadas las circunstancias que muchos conocemos.
La primera tortura, para el familiar del enfermo paciente, empieza cuando hay que solicitar los médicos a Descompensar, quienes conocen y han vivido en Bogotá, saben lo complicado que es desplazarse de un lugar a otro, máxime en estos tiempos de reparcheos y de obras inconclusas que los Galanes heredaron de las López. Al recibir la orden médica, entre estos el consabido acetaminofén, es necesario desplazarse a una minioficina que Descompensar tiene en la calle 67 con carrera 10 para solicitar la autorización de los medicamentos; no importa la hora a la que se llegue, siempre habrá una fila inmensa para solicitar el turno, ahí muchas personas de la tercera edad llegan en muletas, con bastones y hasta en sillas de ruedas, y aunque alcancen un turno, siempre la espera será de mínimo dos horas, en el caso de quienes aún tenemos una edad mediana, después de hacer la inmensa fila, la espera es de 4 horas mínimo.
Pocos dependientes deben atender a cientos de pacientes que llegan cada día, en una oficina, repito, que parece una alcancía, donde toman asiento los más madrugadores, porque el resto debe sentarse en el piso o buscar un andén o un corredor, y afuera de la pequeña casa cuando no hay lluvia o un sol inclemente.
Duele, en verdad duele ver a las señoras y señores de la tercera edad bajo esas condiciones, muchos llegan desorientados, pues nadie dice que primero hay que pedir autorización para reclamar los medicamentos, de tal manera, como en nuestro caso, debe hacerse un viaje doble, al dispensario primero, al cual volveremos luego, y de ahí a la mini oficina que Descompensar tiene para tamaño fin. Pasadas las cuatro largas horas, de fría lluvia y vientos gélidos, por fin pudimos acceder a nuestro turno. Sin embargo, la sorpresa es mayúscula, la dependiente afirma que como mi esposa fue atendida hace menos de un mes, el accidente fue el 11 de febrero y la cirugía fue el 3 de marzo, no pueden entregarme los dichosos medicamentos. Desde luego que mi caballerosidad tiene un límite, entonces mi tono de voz sube y los reclamos van con manoteos incluidos, humanos demasiado humanos, qué le vamos a hacer, ante esto, la dependiente me dice que hable con su jefe que está a la entrada, sin embargo en la mini oficina solo hay dos guardianes que cumplen su papel, nadie más, y la dependiente, a quien desde luego entiendo, afirma que solo son 8 personas para atender a cientos de usuarios, de tal manera que también sale a flote la explotación laboral que Descompensar hace con sus propios empleados, sin más explicaciones.
Finalmente, ante el ruego insistente para remediar los dolores de mi esposa, la dependiente afirma que ella puede hacer la autorización, si eso lo hubiese dicho desde un inicio, quizá el colerín se me hubiese pasado y no estaría escribiendo esta diatriba, pero como no fue así, debo hacerlo, además porque da a entender que o hay orden para no autorizar este tipo de órdenes de medicamentos o hay que enojarse para que lo autoricen. Feliz con la autorización, después de cuatro horas de espera, debo salir a tomar un bus que me lleve a la carrera 73 cerca a la calle 26 para que Audifarma entregue los medicamentos, pero antes debo hacer una parada en la sede principal de Descompensar, calle 26 con carrera 68, para que los burócratas autoricen las terapias que se le han indicado a mi esposa, todo esto en un día de permanente lluvia capitalina, la cual relató tan perfectamente Gabo.
Al llegar a Audifarma, me asignan el turno 417, mientras van en el número 260, es decir la espera continua, y acudo nuevamente a mi libro compañero para pasar esos momentos aciagos. Pasado un buen tiempo, por fin acudo a otra dependiente, la cual, después de revisar la orden médica y la autorización, anota que no todos los medicamentos están disponibles. No es la primera vez, el día siguiente al accidente de mi esposa también se le privó de un medicamento porque no había en existencias. Eso le anoto a la dependiente, quien sin inmutarse y ni siquiera verme a la cara, me anota que si no hay existencias no se puede hacer nada. Malaya sea, de 5 medicamentos únicamente me entregan 3, además de que hay que pagar una suma que, aunque modesta, no deja de ser dinero que afecta al bolsillo de cualquier parroquiano como yo.
Después de 7 horas de padecimiento, llego a casa con los medicamentos, esperando que estos calmen el dolor que aqueja a mi esposa.
Y así, muchos colombianos no quieren la reforma a la salud. Los medios de comunicación tradicionales, en contubernio con quienes manejan las EPS, tanto políticos como industriales, han dado a entender que no es necesaria o que se van a imponer mayores cargas a los contribuyentes, o que se van a acabar las EPS y entonces quién atenderá a los dolientes pacientes colombianos. Estos, como es lógico, tienen acceso a la salud prepagada, o sus cirugías las hacen en Miami o Londres, por eso no saben lo que es padecer enfermarse cuando uno está afiliado a una EPS como Descompensar y sus congéneres.
Como ciudadano de a pie, como colombiano del común, la invitación es a dos cosas, primero a que leamos la reforma a la salud propuesta por el actual gobierno, son 64 artículos distribuidos en 8 títulos, el 4º dedicado a la transformación de las EPS, que se llamarían Gestoras de Salud y Vida, y en donde se reglamenta su funcionamiento, centradas en una atención con diferentes enfoques, todos direccionados a la atención humanitaria, esto haría que las EPS actuales deban corregir su rumbo, que sus recursos se destinen y reinviertan en su funcionalidad, ¿Por qué Descompensar, por ejemplo, tiene universidad, cuando su función es la salud y no la educación?
La segunda invitación es a que, una vez leída la reforma y si estamos de acuerdo, apoyemos en los diferentes escenarios posibles a la misma, principalmente castigando con el “voto de la indiferencia” a aquellos congresistas que estropean la reforma no mostrando sus criterios razonados, sino entorpeciendo las votaciones con su salida del recinto para evitar el quorum y que no haya discusión, esos congresistas son los que quieren que la salud se mantenga en permanente descompensación, y que en la atención haya diferencias entre quienes pueden pagar una salud prepago, a la cual desde luego tienen derecho quienes pueden hacerlo, pero no en desmedro de la calidad de quienes debemos utilizar los servicios de las EPS, porque es un derecho consagrado en la Constitución Nacional, artículo 49, y porque mensualmente se hacen los descuentos respectivos, de tal manera que tampoco es un servicio gratuito, pero esto no lo entienden las EPS como Descompensar.
Y como en los buenos tiempos, esperando que vengan mejores con la reforma a la salud que millones de colombianos esperamos se haga, ¡salud!