Magda Alberto
Mientras que para algunos el futbol se puede caracterizar como el opio del pueblo, otros lo identificarían como panem et circenses (Pan y circo), expresión del poeta romano Juvenal (60-128), quien sostenía que eran los deseos más fervientes de un pueblo criado en el vicio.
Sin embargo, también por medio del fútbol los pueblos se han expresado. Pensemos en los mensajes que las tribunas populares de las barras más importantes sacan a favor de las luchas y paros de las clases trabajadoras. En la actual coyuntura, se han visto mensajes en varios estadios internacionales en solidaridad con el pueblo palestino. Para no ir tan lejos, en Colombia las tribunas se han puesto a favor de la educación pública y la paz.
Quien crecimos en familias futboleras, para quienes encontramos en el fútbol una pasión y una alegría, entendemos lo emocionante que es para Antonella Petro ver a la Selección Colombia, un amor de patria que seguramente aprendió al lado de su padre y madre, quienes han dedicado sus vidas y la de su familia por la justicia y la paz.
Las noticias han dicho “El clamor del Metropolitano: Fuera Petro”. Valdría la pena analizar quienes asisten mayoritariamente a los estadios. En su gran mayoría son hombres que están entre los 20 y 45 años, quienes pueden pagar la boleta para ir a ver a la selección. La más barata vale 600 mil y las más cara tres millones y medio de pesos. Es decir, no es el pueblo trabajador que gana un mínimo, tampoco los campesinos, indígenas o pueblos afros.
Hagan sus propios análisis. Quienes gritaron “fuera Petro” e hicieran que su hija saliera atemorizada del Metropolitano, son esa gente de bien, la misma que disparo en Cali a los indígenas, la misma que dijo que la vicepresidenta era un animal o esas personas que convalidan el crimen de odio contra el magistrado mexicano Ociel Baena.
Quienes gritaron fueron hombres, ricos y blancos de la élite de este país. La escritora y feminista argentina Rita Segato dice que el estadio es uno de los mejores lugares para reproducir la cofradía masculina, esa complicidad para reproducir el patriarcado. Este caso esa situación se juntó y violentó a una niña que no ha cometido ningún delito, pero que es hija del presidente que sí ha encubierto corruptos y asesinos, a hijos, primos y amigos de muchos de los senadores y empresarios que trinaron orgullos que Antonella tuvo que salir del estadio, en lugar de denunciar la violencia y odio que representó ese hecho.
Si querides amigues, lo que pasó en ese lugar fue patriarcado duro y puro, ese que en el fútbol sigue impidiendo que las mujeres estemos.
Por otro lado, las jugadoras futbolistas están dando una gran lucha por la igualdad de derechos laborales. Que esta sea la oportunidad de recordarnos que el fútbol es un sector que incluye el mercado, comunicaciones, comentaristas, árbitros, entrenadores, equipos de salud, etc. En todo el sector las mujeres no logran ser el 10%. Y por supuesto así es en las barras y las tribunas.
Las mujeres que hemos luchado por tener un lugar en el deporte, hoy gritamos fuerte y claro: ¡basta de sus violencias simbólicas, directas e indirectas en el mundo del fútbol!
Antonella, estamos contigo porque sabemos cómo maltratan los sectores masculinizados a las mujeres valientes como tú.