Nelsy Contreras García
¿Es la cultura un factor clave para la construcción de la Paz Total? Sin lugar a dudas es un eje fundamental para el buen vivir, factor de cambio y de transformaciones sociales.
La cultura es para la sociedad el patrimonio vivo, el legado generacional, un sello que nos identifica, nos hace auténticos, nos cohesiona, pero, sobre todo, nos une. Además de permitir identificarnos porque los sujetos en su modo de vida resaltan sus tradiciones que se convierten en características especiales manifestadas en el arte, la música, el idioma y, por supuesto, en la literatura. Sin embargo, también es creación del ser humano para la construcción de cambios y una forma de integración a la sociedad.
La cultura, como eje para la construcción de paz, tiene diversas formas de expresión, funciona como una herramienta de cambio social que no se puede medir de manera tangible, aunque ella toca las estructuras mentales del ser humano, construyendo nuevas configuraciones que nos permiten defender nuestros derechos.
Esas diversas miradas contribuyen a una reflexión profunda y es allí que rechazamos todo acto de violencia donde se comprometa la integridad física, social y psicológica del ser.
Motivados por esos cambios y convencidos de que es posible lograr nuevas formas de convivencia, organismos del Estado como el Centro Nacional de Memoria Histórica y la sociedad civil se han dado a la tarea de construir una cultura de paz y no violencia en escenarios donde solo se hablaba de guerra.
Esos escenarios son mediados a través del teatro, la música y la danza, compartiendo las diferentes manifestaciones culturales de la geografía colombiana. Los proyectos abordan temas de paz, derechos humanos, valores, perdón, reconciliación, entre otros, cuyos protagonistas son los niños, niñas y jóvenes.
Construir Paz Total, en las voces de los autores, permite que hagan una catarsis de su historia de vida, expresen libremente como un derecho su dolor reprimido, sus sentimientos, emociones e incluso su rabia. En ese accionar, que es la puesta en escena de su propia vida, desarrollan capacidades y experiencias, que posteriormente son reforzadas en la escuela, lugar donde pasan mucho tiempo. Seria utópico pensar que de la mente de los colombianos y las colombianas se borrara más de un siglo de sufrimiento en un abrir y cerrar de ojos.
Sin embargo, estamos convencidos de que al ser escuchados y reconocidos como sujetos de derechos es más fácil asimilar este conflicto. El teatro, la música, la danza, las artes, el deporte y la literatura son herramientas indispensables para la transformación, la justicia y poder pensar en una paz verdadera. Son muchos los artistas que le apuestan a un país reconciliado.
Jesús Martín-Barbero sostenía que la música ha jugado un papel importante en la construcción de paz en nuestro país, debido a que su composición literaria narra la guerra padecida y permite construir la memoria histórica desde la tradición oral. Las narraciones sonoras fortalecen la creación de vínculos, transforman realidades, nos acercan al diálogo, a la puesta del otro, al respeto a las diferencias, a la no exclusión, a la no discriminación, pero sobre todo nos acerca a una cultura de convivencia pacífica.
La construcción de paz no es un enunciado mágico, es una transición cultural, un resurgir, un sanar interior, una estación que bien podríamos llamarla primavera, donde los protagonistas somos todos hacedores de culturas –hombres y mujeres–.