Un mayo del 68 para Palestina

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Mauricio Jaramillo Jassir

Mayo del 68 pasará a la historia como un momento de máxima efervescencia, una época de cambios jalonados por la sociedad civil, expresada en estudiantes, campesinos, obreros, intelectuales y políticos movilizándose por cambios profundos. Aunque el icono terminó siendo París por lo que en términos actuales se llamaría un estallido social originado en la Universidad de Nanterre, se trató de toda una época de movilizaciones en el mundo para combatir a un establecimiento caduco, anacrónico y desconectado de las necesidades de los más desfavorecidos.

En este tiempo, en Estados Unidos han sido los estudiantes quienes denuncian que, en su nombre, se están cometiendo graves crímenes de guerra, incluido un genocidio. Las protestas actuales, que han incluido a los centros académicos más prestigiosos, han sido intervenidas mediante el uso desproporcionado de la fuerza acudiendo al argumento peregrino y forzado de que en las mismas hay infiltrados violentos o que se trata de actos destinados al antisemitismo.

Ha quedado más que claro que los únicos provocadores son integrantes de grupos supremacistas arabofóbicos e islamofóbicos que llegan a las protestas para generar disturbios con el fin de que los medios terminen hablando de manifestaciones contra la población judía, y no de movilizaciones en favor de detener la ocupación ilegal, el apartheid, la limpieza étnica y el genocidio.

El propósito es claro: estimular la censura, que no se denuncie, ni se hable del tema. Sin embargo, el efecto ha sido el contrario. La solidaridad estudiantil, que no se debe reducir al rótulo simplista de “propalestina”, sino proderechos humanos y autodeterminación de los pueblos (como reza la Carta de Naciones Unidas), se ha extendido a ciudades europeas a pesar de que estos gobiernos en algunos casos las han prohibido. Tal ha sido el caso de Ámsterdam, Berlín, Ginebra, Lausana, Leipzig, Múnich, París y Viena. El móvil no es la destrucción de Israel, sino que cese toda colaboración con un régimen que ocupa y agrede.

Estos estudiantes que ayer fueron implacables con los peores vejámenes cometidos en Vietnam fueron los grandes protagonistas de una era de cambios. Quienes se movilizan en favor de un alto al fuego en Gaza repiten el gesto que nos negamos a observar desde una perspectiva histórica y sólo vemos desde la superficialidad noticiosa porque los medios han renunciado a su papel de contextualizar. Buena parte de los hegemónicos le sigue el juego a Netanyahu y expresa tímidos reparos como si se tratara de un disenso natural propio del pluralismo. Los estudiantes que acampan por la autodeterminación de Palestina nos dan esperanza, nos hablan de un internacionalismo renovado y de una ola imparable que está rompiendo en dos la historia de una cada vez más decadente supremacía occidental.

* Docente de la Universidad del Rosario

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