Prohibido olvidar

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Clara López Obregón

El 28 de junio en Honduras se conmemoraron los quince años del golpe de Estado contra el presidente democráticamente elegido, Manuel Zelaya. Su pecado: intentar involucrar al poder popular en la reforma institucional de su país mediante la consulta al pueblo sobre si quería o no una Constituyente. En acto público emotivo, Gobierno y pueblo hondureño revivieron, como lo hacen anualmente, la memoria de los caídos en el golpe y en la resistencia posterior, que culminó con el retorno al gobierno del proyecto de cambio, en cabeza de la presidenta Xiomara Castro de Zelaya.

En un estadio engalanado de las banderas rojas del socialismo democrático y la consigna “Prohibido olvidar” debajo de la foto de cada sacrificado durante y después del golpe, se hizo tributo a la memoria y alerta a cómo hoy la derecha busca desconocerla. Hacen bien en recordar y martillar la memoria. Como lo hemos visto en todos nuestros países donde a través de golpes cruentos, primero, y blandos, más recientemente, la disputa por la memoria está al centro de la confrontación política entre izquierdas y la nueva derecha reaccionaria.

Con su discurso libertario, la nueva derecha busca ser considerada la verdadera rebeldía frente a los gobiernos y políticas represivas y promotoras de la desigualdad que ellos mismos han dirigido y promovido. Escudados en la ausencia de memoria, se presentan sin haber respondido frente a las crasas violaciones de los derechos humanos, la represión de la inconformidad social y política y el recrudecimiento de la concentración de la riqueza que propiciaron y propician sus partidos, aliados y dirigentes.

Su modelo de sociedad se finca en un individualismo carente de solidaridad, donde cada cual es “libre” y, por tanto, responsable único de su situación. La falta de educación o trabajo se debe a la falta de esfuerzo y no a las desigualdades estructurales que la llamada derecha libertaria defiende. Su idea de la democracia es formal y en ella reina la suprema libertad del mercado. Quienes no tienen igualdad de oportunidades ni cuentan con el acceso a los básicos de la existencia para hacer valer sus capacidades y su derecho a una vida digna, no son igualmente libres.

Buscan normalizar grandes conceptos históricos, pero vaciados de su contenido: libertad, pero solo en el mercado y limitada a su capacidad de compra; democracia, pero con financiación de las campañas por los millones de los poderosos; derechos humanos convertidos en mercancías y así sucesivamente.

Ante este modelo de democracia y de mercado desligado del pueblo, autodenominados libertarios, el mandato de prohibido olvidar se torna en un imperativo ético. No olvidar que el modelo neoliberal se impuso sobre el cadáver de Salvador Allende. Él se atrevió a recuperar los recursos naturales para el Estado. El golpe, que fulminó su proyecto político, buscaba literalmente eliminar el “virus” de la verdadera libertad y democracia para que no se extendiera por América Latina. Hoy más que nunca el cambio exige: prohibido olvidar.

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