Políticas de educación sexual

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Nelsy Contreras

Sin lugar a dudas la educación sexual se ha convertido en tema de debate en el campo del saber científico, político, social, religioso y en los últimos años de activistas y lideresas sociales. Además, es tema obligado desde la disciplina pedagógica con un enfoque de géneros y derechos humanos porque en ellos van explícitos términos como autonomía, decisión, libertad, respeto, entre otros. Estos términos están muy ligados a la formación de niños, niñas y jóvenes de las sociedades.

Desde los años sesentas los gobiernos de América Latina se enfocaron en institucionalizar la educación sexual como política pública, primero hacia el sector de la salud con el objetivo de controlar la natalidad, prevenir el aborto, enfermedades de transmisión sexual y posteriormente en el campo de la educación, tema central de esta columna.  Cabe resaltar que como objeto de interés ha estado marcado por diferentes corrientes de pensamiento, unas opositoras y otras liberales apuntadas fundamentalmente a la economía.

En este devenir histórico la educación sexual se convirtió en un desafío para las y los docentes y directivos, porque este tema generaba un conocimiento que la mayoría no tenía, porque estaba dado exclusivamente para el departamento de psicología de las respectivas instituciones. Por consiguiente, fue primordial capacitar e incluso ir más allá de lo pedagógico porque en él están implícitos aspectos como emocionales en lo social, relacional y físico de la sexualidad.

Por ser una temática de un tabú inimaginable derivada de la educación religiosa católica y ésta a su vez con el poder otorgado por la conquista fue por años la “verdad absoluta» y la política educativa oficial. Tal como lo expresa Bianco y Rada, el tema “sexo estaba prohibido y las principales fuentes de aprendizaje y de consulta oficial eran la medicina y la religión. La primera de carácter puramente curativo daba respuestas a las enfermedades o a las situaciones de riesgo para la salud reproductiva desde la anatomía y la fisiología; y la segunda, de carácter punitivo, estaba encargada de imponer límites, calificativos y castigos morales para las prácticas sexuales”.

En este contexto, los avances construidos hasta el momento, han sido frutos de la movilización y aportes teóricos del movimiento feminista traducidos en derechos como parte de conquistas democráticas. En la mayor parte de países de Latinoamérica se ha venido avanzando en políticas de educación sexual constitutivas de los marcos normativos que corresponden a obligaciones de los Estados que han suscrito las convenciones internacionales de derechos humanos, derechos humanos de las mujeres y diferentes convenciones internacionales de Niñas, Niños y Adolescentes, NNA, tales como CEDAW, Belem do Pará, Bejín, El Cairo, entre otras.

Cuando los gobiernos legislan y convierten la educación sexual con enfoque de género y derechos humanos como política de Estado dice Faso Soledad se constituye “como un derecho, que reconoce a educandos como sujetos de derechos, un cambio de paradigma en consonancia con la convención de los derechos del niño, niñas y adolescentes”.

Como lo hemos afirmado inicialmente la educación sexual se constituye en un campo en disputa en tanto abre el camino hacia la autonomía, fortalece sujetos políticos capaces de trastocar el orden establecido.

Como lo plantea Faso Soledad “es la puerta de entrada de la escuela para desarticular patrones culturales de subordinación y discriminación de género que están arraigados en lo más profundo de la sociedad. Significa posibilidades de autonomía y soberanía sexual”.