Jaime Caycedo
El Proyecto Democrático Nacional, PDN, expresión avanzada de las transformaciones sociales y políticas necesarias en un cambio de época, representa el objetivo más profundo para la convergencia en la coyuntura actual de gobierno democrático, en lucha por cumplir su mandato, en la perspectiva de un desafío electoral inevitable y obligante.
El PDN es la condición fundamental para una paz democrática, integral y duradera. Por esa razón, enlaza con la programática del Pacto Histórico (PH) y del gobierno. Es el soporte de una solución política para la paz, por una vía de diálogo, acuerdos y compromisos, de parte y parte, con respaldo internacional.
El Acuerdo Final de Paz, AFP, entre el Estado y las FARC-EP fue el punto más cercano a un acuerdo nacional, que unía el final de la contrainsurgencia, medidas de reparación, justicia, No repetición y reformas sociopolíticas. La ultraderecha vetó, satanizó y obstaculizó esta vía. El santismo cedió y se acomodó a tal inercia.
La propuesta del Proyecto Democrático y de la Solución política dieron origen a la Unión Patriótica en 1985. Las FARC-EP transitaron ese proceso de paz, suscrito finalmente en noviembre de 2016. El genocidio, como práctica social del sistema, no logró detener ni la resistencia ni la historia. La supresión de las personerías jurídicas del PCC y la UP fueron episodios superados. La táctica de la unidad mostró la posibilidad real de un paso en dirección al poder en 2022. ¿La historia reciente podría explicarse, coherentemente, sin estos antecedentes?
El ejercicio de la unidad más amplia ─de acción, programática, electoral─ ha estimulado la irrupción de nuevas subjetividades (estallidos sociales), formas de rebelión popular y otras maneras de articulación de las luchas sociales, con incidencia creciente en la vida nacional y en la organización social. Algo semejante podría afirmarse de la lucha por el diálogo, la agenda de paz, la negociación, el rechazo a la “seguridad democrática”, el cese al fuego y el apoyo al AFP, como un modo de metagobernanza. Sin este substrato factual ¿serían inteligibles los resultados electorales de la izquierda en 2018 o el triunfo presidencial de 2022?
Luego, podemos colegir que la perspectiva unitaria hacia 2026 se muestra más como experiencia de convergencias en forma de movimientos y procesos, que como estructura rígida partidarista única. La política de Frente amplio, que orienta el sentido del esfuerzo unitario, debe tomar en cuenta el “movimiento real” y no solo la mecánica electoral. El 8º Congreso de la Unión Patriótica, que ha tenido una intensa y productiva preparación, seguro examinará esta realidad y perspectiva.
Las fuerzas políticas y sociales que convergemos en el PH debemos integrarlo como movimiento político y social, con su democracia estatutaria y personería, según la norma legal. Implica consolidar acuerdos de principios sobre una línea política y programática. Su fuerza organizativa es la construcción de Coordinadoras unitarias de base en cada territorio, en dinámica de apoyo al gobierno, a sus planes y reformas, a la lucha anticorrupción, anti “golpe blando”, a la pedagogía y divulgación de sus logros y a la formación ideológica.
La geometría organizativa de participación activa de movimientos sociales, consultas y formación, en escala de crecimiento, exige esfuerzo de construcción permanente. La consigna tiene que ser alcanzar la más amplia y sólida unidad del pueblo para vencer.