La tarea pedagógica

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Inéride Álvarez
@InerideAS

Ya en marcha las comisiones de empalmes sectoriales, vale la pena tener presente un aspecto central para el sector educativo, bastante olvidado y hasta suplantado por “el hacer por hacer”: La pedagogía. Recordemos entonces como lo manifiesta la pedagoga y filósofa Liliana Sanjurjo, que “las teorías también son campos de lucha y que producen en la práctica espacios de poder” y que, por lo tanto, la pedagogía no está exenta de estas disputas, de construcciones por el sentido y su lugar en el campo educativo.

A lo largo de la historia la pedagogía ha sido comprendida de múltiples maneras (como arte o como técnica, por ejemplo), por lo que encontramos argumentos que afirman que no es una ciencia porque ésta no es posible sin los estudios sociales, que corresponde a un saber práctico y, que, por lo tanto, es inmadura y que usa un lenguaje vacío y confuso. Los argumentos a favor sostienen que existe un acumulado importante de conocimiento pedagógico, pero que no se interpreta adecuadamente.

En consecuencia, es primordial reconocer que la pedagogía ha tenido que recorrer (y sigue recorriendo) un camino de altibajos e incertidumbre como campo científico. En este recorrido surgen las ciencias de la educación (sociología de la educación, psicología de la educación, filosofía de la educación), que la han desplazado, sin embargo, ésta vuelve a recuperar su especificidad delimitando su objeto y construyendo métodos propios y, reconociendo, además, la necesidad de una mayor sistematización de sus problemas, conceptos y teorías.

Indiscutiblemente el carácter social y complejo de la educación demanda que sea estudiada por diferentes disciplinas científicas, entre ellas, la pedagogía; que expresa nada más y nada menos, que la cohesión y conexión interna del proceso educativo, el cual está condicionado histórica y socialmente. Por esto resulta tan importante la tarea de educar, de llegar a todos los rincones del país, de reconocer la labor docente de quienes en las aulas enseñan, aprenden, investigan y aportan a las comunidades, a la sociedad y al país.

De esta manera, el lugar y papel de las y los docentes es fundamental, son quienes construyen vínculos con el conocimiento, la ciencia, vínculos pedagógicos, afectivos y sociales. Esos vínculos que nos permiten Ser en relación con los otros y el contexto, siendo un espacio emancipador y político, por lo que cada una de las acciones de quienes tienen la responsabilidad de educar tiene gran importancia (como yo digo, no se trata de un asunto menor).

Desde esta manera y desde esta perspectiva, es necesario considerar que el objeto de la pedagogía es la educación como práctica social, es un objeto inconcluso e histórico, por lo que no se puede captar desde una mirada atomizada, sino, desde la dialéctica, desde su movimiento y construcción.

Por lo tanto, como lo plantea el pedagogo Luis Bigott, es necesario apostarle a la creación de equipos pedagógicos, integrados por maestros y maestras, que tengan una práctica concreta dentro del aula, donde se pueda reflexionar sobre la experiencia, analizarla, discutirla, enriquecerla y llegar a niveles teóricos más profundos que permitan transformar el trabajo como educadores.

Quienes están en las aulas de seguro saben (sabemos) que no siempre las clases son las “mejores”, más bien, son rutinarias y poco creativas, termina la jornada con un sin sabor. A propósito de empalmes, la tarea pedagógica es ardua, retadora y a la vez bella y esperanzadora.