Ana Elsa Rojas Rey
El nuevo Gobierno de Colombia, emergió desde lo más profundo del dolor patrio, precedido de las mayores experiencias de lucha, en que se utilizaron múltiples iniciativas que iban desde las barricadas, huelgas, paros, cacerolazos y disimiles iniciativas, lo que permitió desbancar lo más depreciable de un sector de corte neofascista, que se caracterizó por el exceso de poder, y con esta herramienta tendieron una sombra para ocultar los desmanes, económicos, políticos y sociales. La corrupción, fue una de las gotas que rebosó la copa.
Llego el día en que, ese pueblo, con el sol a sus espaldas, cargado de las peores afugias, acumuladas durante generaciones, que laceran sus cuerpos, producto de la exclusión, la marginalidad, el racismo, la homofobia, y misóginas, arribó a la plaza de Bolívar, para descargar su pesado cargamento, y así descansar en una nueva esperanza, para construir el sueño de colombianos y colombianas: ser la potencia mundial de la vida.
Es en este contexto, que hoy se está elaborando una nueva visión de la política, como condición de un mejor vivir, por ello, es casi imperativo insertar la categoría de la interseccionalidad, en las reformas que se están discutiendo en el Congreso, la transversalidad de la misma es una condición para que las políticas públicas lleguen a estos sectores que se encuentran ocultos bajo el concepto de perspectiva de género, que desde luego son importantes, pero no logran dimensionar la realidad humana.
“La interseccionalidad es una metodología que estudia la percepción del poder cruzado imbricado en las relaciones sociales. Este enfoque, señala que el género, la etnia, la clase u orientación sexual, están interrelacionados”. Lo que explica que los enfoques de género, como categoría por si solos, no son garante de la universalidad de oportunidades y derechos de los sectores que históricamente han sido marginalizados por los perjuicios patriarcales y de clase.
La fundamentación e implementación de estas categorías, como perspectiva de género e interseccionalidad, entre otras categorías sociales, es clave para que el Plan Nacional de Desarrollo, cumpla su objetivo; como dice Álvaro García Linera, “porque la justicia y la igualdad siempre son la esperanza.” Devolverle esa esperanza al pueblo, es parte del propósito revolucionario.
Solo la interpretación de nuevos modelos educativos, con imaginarios de poder basados en la deconstrucción de viejos conceptos, llenarán la esperanza del mañana. Las reformas para la trasformación de un país, no pueden ser pensadas desde el pragmatismo, sino que se hace necesario la implementación de un profundo contenido social, para que tenga el efecto deseado; esto solo se logrará, con una visión objetiva y subjetiva que contiene el pensamiento complejo de la interseccionalidad, como pegamento integrador de un Estado que lo han dejado vuelto harapos.
La reconstrucción de un país, empieza por devolverle el reconocimiento a la sociedad en su justa dimensión, como, por ejemplo, escuelas y universidades cerca donde estén campesinos y campesinas que no tengan que desplazarse a las urbes para gozar de derechos.
De esta manera se puede aplicar pedagógicamente la interseccionalidad como metodología del aprendizaje, que no quede solamente la enunciación o suma de las teorías, sino plantar el conocimiento en el terreno de lo práctico, lo que facilitaría una compresión mayor para resolver los conflictos interétnicos y socioculturales para alcanzar la tan anhelada Paz Total.