¡Iniciamos una gran esperanza para Colombia!

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Manuel Antonio Velandia Mora

Una pregunta reiterativa que se me ha hecho es ¿Por qué regresó a Colombia si Usted estaba bien en Europa?

No puedo negar que ello ha sido así; estudié, me hice una imagen como artista, tuve amor, grandes amigos, escribí varios libros, trabajé con víctimas del conflicto armado, construí un liderazgo social, pero el hueco que tienes en el corazón no se llena fácilmente. Puedes contar con el amor de la familia, transformar tu economía, estar bien de salud, pero la tan anhelada paz parecía fluir entre los dedos, ser escurridiza, difícil de alcanzar; algunos momentos se te antojaba espesa.

La oscura noche parecía no vislumbrar una luz al final del túnel. La lucha por la justicia social, la justicia ambiental y el respeto a los derechos humanos, étnicos y sexuales en el país parecía un futuro incierto. Tantos años de guerra continua, el reiterado terrorismo de Estado parecía no tener fin. No resucitaremos a quienes murieron, a los millares de desaparecidos forzadamente, a los líderes sociales asesinados.

214 años creando espacios para por fin alcanzar el gobierno en Colombia no borran de plano el peso del dolor y la tristeza, sabemos que nuestra mirada tiene un brillo diferente, que la sonrisa que sale de lo profundo del corazón ilumina el cotidiano y que el aire que respiramos será cada vez más puro. Pero igualmente reconocemos que este es apenas un comienzo, que los enemigos de la paz seguirán exterminando la alegría de algunos hogares y que pretenderán acallar ciertas voces.

Contamos con la fuerza de los, las y les constructores de paz, de jóvenes, campesinos, indígenas y afrodescendientes, de las personas de los sectores LGTBI y de las diversidades de géneros y cuerpos para que el cambio sea efectivo. Aún hay muchas personas fuera de nuestro terruño, muchas que quizá jamás regresarán, muchas para quienes el retorno es un camino insondable.

Hoy no es tan doloroso haber sido refugiado porque sabemos que valió la pena; para otras tantas personas renace la esperanza del retorno. Es posible que no sea tan fácil regresar porque cuando ya has construido una nueva vida, nuevos afectos, otras esperanzas, una familia, un arraigo, es difícil comenzar un nuevo exilio. Algunas personas tienden a considerar que los refugiados salimos del país buscando la “comodidad” de una vida lejos del bullicio nacional y nos dirigimos a la consolidación de una nueva economía. Son esas mismas personas que nunca temieron por su vida o la de las personas que aman.

Una cosa es sentir que no tiene sentido regresar y otra saber que el futuro se torna diferente y positivo para aquellos a quienes tuvimos que dejar. El retorno es un nuevo exilio. Es verdad que no eres un refugiado en tu propio territorio, también es verdad que no siempre se tiene la garantía de no estar devolviéndose al peligro; muchos no regresaron porque sentían que no había garantía para asegurar que se respetaran sus derechos humanos básicos y mucho menos que se les aseguraran soluciones a largo plazo.

El Día Mundial del Refugiado es un día internacional designado por las Naciones Unidas para honrar a las personas refugiadas y desplazadas de todo el mundo. Se conmemora el 20 de junio de cada año para enaltecer la fuerza y ​​el coraje de las personas que se han visto obligadas a abandonar su hogar para escapar de conflictos o persecuciones. El Día Mundial del Refugiado es una ocasión para fomentar la comprensión y la empatía hacia las personas refugiadas y desplazadas en consideración de las difíciles circunstancias en las que se encuentran; asimismo, la fecha permite reconocer su capacidad de resiliencia en la reconstrucción de sus vidas.

Para apoyar la construcción de la paz, quizás algunas personas tomen un vuelo, se suban a un barco, se monten en un bus o viajen a pie para llegar a su amada Colombia, otras tantas nos acompañarán con el alegre tamborileo de su corazón, porque sabemos que hoy en Colombia el Día Mundial del Refugiado se vive distinto porque para quienes aún están en el exilio, es diferente sentir que por fin hay una voluntad de garantía política por una verdadera paz.  Mis deseos son que nunca pare el ojo de brillar, así sea porque está iluminado por las lágrimas de la felicidad.