José Ramón Llanos H.
La relación de España y América iniciada el 12 de octubre de 1492, estuvo marcada por la masacre y tortura de los nativos americanos, con la crueldad nunca antes vista en este continente. Brutalidad impuesta a lo largo del tiempo, con múltiples formas de violencia y variados instrumentos y pretextos para aplicarlos.
Uno de los genocidios más aterrador, de todos los cometidos por los conquistadores, es el de Cartagena en 1815. El asedio duró 102 días, del 26 de agosto al 6 de diciembre, dirigido por Pablo Morillo. La fuerza española estaba constituida por quince mil hombres, de ellos un poco más de doce mil combatientes, dieciocho barcos de guerra, más cuarenta y uno de transportes.
Al final del asedio, habían muerto seis mil de los dieciocho mil habitantes. A los treinta días del bloqueo, los cartageneros se alimentaban de caballos, perros, ratas y todo tipo de animales.
Cada día morían cientos de patriotas y soldados por inanición y peste causada por la insalubridad generada por los cientos de cadáveres insepultos. No había agua potable, ya que las fuentes estaban contaminadas por los cientos de muertos.
Los historiadores cuentan que en los últimos días del bloqueo los patriotas se alimentaban con las suelas de sus zapatos y otros objetos de cuero. La desesperación de los cartageneros por el hambre la describió el cronista Rafael Sevilla así: “Hombres y mujeres, vivos retratos de la muerte, se agarraban de las paredes para andar sin caerse; tal era el hambre que han sufrido […] 22 días hacía que no comían otra cosa que cueros remojados en tanques de tenería”.
La barbarie española se consumó de manera desgarradora cuando el peninsular Morales degolló a 400 prisioneros en las playas de La Heroica. Con razón, los historiadores colombianos llaman a este período de nuestra historia como Régimen de terror. Al final del asedio, el 4 de diciembre, de la guarnición del Castillo de San Lázaro, de 500 hombres, solo sobrevivieron treinta y uno.
Este es solo uno de los cientos de capítulos de la violencia y terror utilizados por los españoles para conquistar a nuestro continente. Debemos sumar la violación de las mujeres indígenas, la destrucción y robo de los tesoros y deidades de nuestra cultura ancestral. Amén de las enfermedades y epidemias que nos trajeron.
Toda la enumeración de acciones de bárbara violencia y destrucción de nuestra cultura justifica el rechazo al error de los anteriores gobiernos que denominaron el 12 de octubre como Día de la raza. Este, más bien, debe nombrarse como el Día de la destrucción de la civilización indígena de América.
Debemos iniciar los cambios necesarios para calificar correctamente esa fase de nuestra historia. En lugar de celebrar, debemos deplorar y rechazar, así como exigir, tal como ha reclamado el expresidente Andrés Manuel López Obrador al rey de España, un perdón por los desafueros cometidos.