Cambiar o seguir igual

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Luis Jairo Ramírez H.

La voluntad ciudadana propinó una derrota histórica a las élites tradicionales, a Iván Duque y a su mentor Álvaro Uribe, a la coalición gobernante liberal-conservadora y sus derivados. Era lógico que la derrota del gobierno se extendería a Fico. Antes del 29 de mayo eso ya era predecible, razón por la cual el uribismo, que se resiste a sucumbir y perder sus privilegios, preparó sobre la marcha su aterrizaje en las toldas del ingeniero Rodolfo Hernández.

El debate electoral se ha desarrollado bajo el influjo de las protestas sociales. Duque destruyó el país, (y de paso al Centro Democrático), profundizó el desastre social, aprovechó la pandemia para desinstitucionalizar el Estado, tuvo un manejo fraudulento de los recursos de las vacunas y la asistencia social; hoy todavía hay paros en hospitales por deudas salariales. Más recientemente impuso la suspensión de la Ley de garantías, lo cual significó el robo de alrededor de cinco billones de pesos para beneficiar electoralmente al candidato del Establecimiento. Un verdadero saqueo al disminuido presupuesto nacional

Vale recordar que la campaña irrumpió con el anuncio de un “centro político”, que sería la opción contra la “polarización” de unas fuerzas ubicadas en los extremos. Según esa teoría se requería un discurso moderado, que evadiera reflejar los problemas del país tan crudamente y de paso tomar distancia de la rebeldía popular en marcha.

Tal experimento político liderado por Fajardo, Ingrid Betancourt, Jorge Enrique Robledo y sectores liberales y de los verdes, terminó naufragando en medio de disputas internas y un mar de ambigüedades políticas. Para colmo, ahora intentaron regalarse a Rodolfo, pero este tampoco los recibió.

Tanto la extrema derecha y el “centro moderado”, coincidieron en el ataque contra el Pacto Histórico; utilizaron la prensa corporativa, difundiendo el miedo y todo tipo de trampas y calumnias. Al final la llamada polarización se ubicó entre quienes propenden porque todo siga igual, así traten de maquillar la realidad, y del otro lado, las fuerzas del Pacto Histórico y el Frente Amplio, que abanderan los cambios para ampliar la democracia y la justicia social.

Gustavo Petro ganó las elecciones y Rodolfo Hernández quedó de segundo, superando al candidato del gobierno. La misma noche del 29 de mayo se inició el desfile apresurado hacia las toldas de Rodolfo Hernández del derrotado Fico y los clanes de la coalición gobernante, los Char, los Lafaurie-Cabal, Gnecco, Pastrana, César Gaviria y otras especies como el escritor William Ospina, seducido por las excentricidades avivatas del ingeniero con su admiración por Hitler,  con la especulación inmobiliaria contra los pobres, el ultraje a las mujeres, el anuncio de rebajarle el salario a los trabajadores y la amenaza del estado de conmoción interior para manejar al país y la chequera a su antojo, como lo hizo Duque.

El Pacto Histórico ha salido triunfante en tres elecciones seguidas. De cara a la segunda vuelta la prensa ha diseñado una parafernalia mostrando al candidato Hernández como si fuera el ganador. Es evidente que hay un sesgo mediático en favor de este candidato que dice luchar contra la corrupción, pero está juntando las mafias más corruptas a su alrededor.

Al Pacto se están acercando una pluralidad de fuerzas y personalidades que coinciden en afirmar la paz democrática y los cambios. La audacia para ganar a sectores indiferentes y abstencionistas será la clave para alcanzar el gobierno.