Salvo mi corazón, todo estaba bien

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J. Mauricio Chaves-Bustos

Respuesta a Héctor Abad Faciolince. Definitivamente el adagio de que con los años los rebeldes se vuelven reaccionarios toma visos de realidad en las columnas que escribe últimamente Héctor Abad, particularmente en su sanguinaria columna “La cuadratura del círculo” (El Espectador, domingo 23 de abril), en donde arremete sin tregua y sin aliento contra todo lo que hace y deja de hacer el presidente Gustavo Petro. Primero, le parece pomposo el eslogan de que el país sea una potencia mundial de la vida, quizá aparece en él el síndrome de Estocolmo y añora, pareciera por su ácido lenguaje, los tiempos de la seguridad democrática o la terrible noche de los temibles carteles de la droga, cuando lo que imperaba era el miedo y la muerte, el olvido que seremos.

Luego anota fríamente que el sistema de salud antes de Petro funcionaba relativamente bien, palabras sueltas de quien con seguridad no entiende o no comprende que miles de colombianos venimos padeciendo la dictadura de las EPS mucho antes de la llegada del actual gobierno, de una u otra manera los premios que ha recibido el notable escritor columnista le han permitido acceder a la salud de los privilegiados, es decir, la prepagada, de ahí la venda que cubre sus ojos frente a una triste realidad de un servicio de salud precario desde hace lustros.

Luego trae sus malos pensamientos, cuando afirma enfáticamente que la Paz Total lo que ha hecho es servirle en bandeja de plata los territorios a los grupos al margen de la ley, desconoce el crítico Héctor Abad que por primera vez en la historia de este país hay una propuesta que va más allá de la mera intervención militar para comprender que los más afectados con la guerra, que él pareciera querer, son los humildes campesinos de la Colombia recóndita.

Al presidente lo trata de “loco”, “lunático”, y hasta soterradamente de “alcohólico”, y retomando las palabras de sus más férreos detractores, insinúa que al creerse “un mesías, un salvador”, lo que hace Petro es volverse un chamán que puede cambiarlo todo mágicamente, cuando somos conscientes de que también en muchas décadas, por primera vez un gobierno está del lado de las necesidades del pueblo, de ese pueblo que abrazó también Gaitán, pero es el pueblo que Abad también descalifica, en medio de su espantoso delirio de persecución, anota que quienes apoyamos la consulta popular somos un grupo de enardecidos bárbaros que destruimos todo lo que se cruce en nuestro camino, ¡vaya interpretación de uno de los derechos fundamentales con que nos cubre la Constitución!, quizá pueda decir Héctor Abad como el cura protagonista de su novela, que antes de Petro: Salvo mi corazón, todo estaba bien.

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