Mauricio Jaramillo Jassir (*)
La semana pasada, Gustavo Petro pronunció su discurso ante la Asamblea General de la ONU. Se suele pensar que se trata de un saludo a la bandera y, en este caso, un desacierto por la omisión de la crisis política en Venezuela.
La prensa hegemónica colombiana y buena parte de los sectores políticos de la oposición han repetido una costumbre habitual: la relativización de la condena al genocidio en Gaza ─ahora extendido al Líbano─ con el argumento peregrino de que se debe anteponer Venezuela, como si el tema tuviera alguna conexidad con el exterminio del pueblo árabe.
Como ejemplo del deber ser, esta derecha cada vez menos cosmopolita y más violenta frente al multilateralismo, ha recurrido al discurso de Gabriel Boric. Este, además de condenar a Maduro, se negó a “escoger entre el terrorismo de Hamás o la conducta genocida del Israel de Netanyahu”. Para la derecha y el centro en Colombia, el presidente chileno se ha convertido en un modelo a seguir, como si correspondiera a los sectores más reaccionarios legitimar los liderazgos de izquierda.
Sin embargo, detrás de lo planteado por el chileno se deja entrever un falso dilema, sugiriendo que quienes se oponen al genocidio o promueven la autodeterminación palestina son simpatizantes de Hamás o del terrorismo (sería adecuado que los medios hegemónicos dejen de referirse al fenómeno con la categoría islámico, pues también hay integrismo cristiano, judío y budista, entre otros).
¿De dónde surge este disparate de tener que elegir entre uno u otro? Se ha repetido hasta la saciedad, y la evidencia empírica lo comprueba: en Gaza y Cisjordania no hay bandos, sino una agresión sostenida en la historia, que se ha exacerbado desde el 7 de octubre. La alusión a Hamás es un acto despreciable de demagogia y corrección política, que desnuda a algunos sectores de la izquierda, acomplejados y urgidos por la complacencia de la derecha.
Desde su primera alocución en Naciones Unidas en septiembre de 2022, Gustavo Petro propuso una cumbre de paz no sólo para Palestina, sino también para detener la guerra en Ucrania. Esta propuesta deja sin piso las acusaciones de que condenar la violencia en Gaza implica un supuesto apoyo a Rusia, una tesis sin sustento, cosecha de la derecha colombiana.
El gobierno colombiano, junto con buena parte de los Estados del Sur Global, no ha cedido al chantaje de la OTAN para apoyar militarmente a Ucrania y extender una guerra que conviene a sus intereses geopolíticos. Gustavo Petro ha hecho bien en denunciar el genocidio en Gaza, la crisis humanitaria con más agravantes desde la posguerra.
Un acierto de Petro ha sido evitar la demagogia de los sectores del centrismo biempensante y acomplejado que usa el progresismo con propósitos electorales.
* Profesor de la Universidad del Rosario