Votar con el corazón

0
4

Mónica Andrea Miranda Forero
@Emedemoni_

Hay personas que hacen política desde la rabia y otras que la hacen desde el amor. Iván Cepeda pertenece a ese segundo grupo. Su historia familiar es testimonio de una vida marcada por el dolor y, sin embargo, profundamente guiada por la esperanza.

Su padre, Manuel Cepeda Vargas, fue asesinado por pensar distinto, por defender las ideas de justicia y dignidad que todavía hoy muchos intentan silenciar. Su madre, Yira Castro, fue una luchadora incansable por los derechos humanos, que no solo resistió el terror de los años más oscuros del país, sino que enseñó a toda una generación que la memoria también es una forma de amor político.

De esa raíz nació Iván. No de un apellido ni de un cálculo electoral, sino de una coherencia ética que lo ha llevado a acompañar las causas del pueblo sin renunciar jamás a los principios. En tiempos donde la política se mide en encuestas, él representa lo contrario: la convicción de que el poder solo tiene sentido si sirve a la vida. Por eso, cuando dice que gobernar no puede ser un acto de revancha sino de reconciliación con justicia social, no lo dice por estrategia: lo dice porque lo ha vivido.

En una sociedad saturada de cinismo, su figura interpela. Habla con serenidad en medio del ruido, defiende el diálogo en medio de la polarización, y demuestra que se puede ser firme sin perder la ternura. Tal vez por eso, cuando lo escuchamos, algo en nosotros se reconcilia con la idea de que la política aún puede ser un espacio de decencia.

Votar con el corazón no es un gesto ingenuo. Es una forma de reconocer en el otro un camino compartido, de afirmar que la política puede volver a tener rostro humano. Es recordar que cada voto es una semilla que germina en la historia de los que ya no están: en Manuel, en Yira, en las víctimas, en los líderes y lideresas que siguen soñando con un país distinto.

Votar con el corazón en un contexto como el colombiano, es reconocer también las emociones y sentimientos personales por una opción que se ganado el derecho a ser querido y apreciado, reconocer que hay conexión emocional o identificación política, mediada por valores y principios, convicciones éticas, morales o ideológicas por encima de consideraciones pragmáticas.

Por eso, el 26 de octubre no se trata solo de una consulta: se trata de decidir si seguimos creyendo que el pueblo puede mandar con dignidad. En ese horizonte, hombres como Iván Cepeda y compañeros como Gabriel Becerra nos invitan a votar no por conveniencia, sino por convicción. Porque votar con el corazón es, también, una forma de hacer justicia.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí