Uribe, el Fujimori colombiano

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Alexánder Velásquez
@alexanvelasquez

Si condenan a Álvaro Uribe por manipulación de testigos el próximo 28 de julio, y todo indicaría que sí, lo primero es que el expresidente apelará la decisión, es su derecho, y, lo segundo, que, una vez confirmada la sentencia, lo que tomaría vaya uno a saber cuántos años, es probable que el reo obtenga prisión domiciliaria, como pasó en Argentina con la expresidenta Cristina Kirchner, por corrupción.

O puede ser que vaya a una cárcel de las normales, como el expresidente del Perú, Alberto Fujimori. En 2009 con 71 años terminó preso por crímenes de lesa humanidad: la muerte de 25 personas, en dos masacres, más su participación en el secuestro, en 1992, de un periodista y un empresario. Ya indultado, murió de cáncer en 2024.

¿Moriría el uribismo con Uribe preso? No, de la misma manera que no han muerto ni el chavismo en Venezuela ni el fujimorismo en el Perú, a pesar de que ambas figuras, Chávez y Fujimori, ya descansan en paz.

Además, es probable que sus hijos, Tomás y Jerónimo, lo reemplacen, porque a los males de este país, súmele los apellidos con pedigrí, llamados a perpetuar los linajes políticos en el poder, como si estuviéramos condenados a padecerlos hasta el fin de los tiempos.

Según las cuentas, el expresidente Uribe, hoy de 73 años, recibiría una pena de hasta 12 años por el delito de soborno a testigos (paramilitares) en actuación penal y de 12 años por fraude procesal. Con 12 años, saldría libre a los 85, quizás demasiado viejo para querer seguir en estas lides, aunque ya sabemos que la adicción al poder es incurable.

O es posible que, mientras esté privado de la libertad, se revivan otros casos que le amargan el sueño: los falsos positivos (6.402 víctimas de ejecuciones extrajudiciales) ocurridos durante sus ocho años de gobierno y su supuesta vinculación a masacres (1997), siendo gobernador de Antioquia.

Más allá del desenlace, este caso debe llevar al país a exigir una reforma política que fortalezca los partidos políticos por encima de los apellidos. En el pasado había una distinción clara: usted o era de derecha (votaba liberal o conservador), o era de izquierda (votaba por el Partido Comunista, ANAPO o Unión Patriótica), o no votaba. La política terminó tan deformada que cada cuatrienio nacen y mueren partidos políticos.

El papel estelar de la “jueza de hierro”, Sandra Heredia, firme candidata a personaje del año, lo mismo que el senador Iván Cepeda, demuestra que hay razones para creer que la justicia actúa con firmeza, apegada al Derecho.

De ser hallado culpable, sería un escarmiento para la clase política, pues nadie puede asaltar ni la Constitución ni las leyes, y el mundo sabrá que en Colombia el que la hace la paga. Si el caso prescribe, apaga y vámonos.

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