Mónica Andrea Miranda Forero
@Emedemoni_
Los audios revelados por El País dejaron sin coartadas a quienes, durante meses, se burlaron de nuestras denuncias. El Conservador Álvaro Leyva, excanciller, aparece en grabaciones planeando abiertamente la caída del presidente Gustavo Petro, con el apoyo de operadores políticos en Estados Unidos y sectores del poder en Colombia. No se trataba de exageraciones ni de paranoia: era una conspiración en curso. Por fin salió a la luz.
Desde el inicio del Gobierno hemos advertido sobre los síntomas de un golpe blando en marcha: campañas de desprestigio sin pruebas, uso del aparato judicial para perseguir al círculo presidencial, manipulación mediática, alianzas diplomáticas para presionar desde afuera. Pero, cada vez que lo decíamos, los grandes medios se apresuraban a desmentirnos. Se nos acusó de estar delirando. Hoy, con Leyva grabado hablando de cómo “tumbar al presidente”, queda claro quién decía la verdad.
Petro lo ha dicho con claridad: “este no es un intento aislado, sino parte de una estrategia articulada para desestabilizar el gobierno y revertir el mandato popular”. En esa misma lógica debe leerse lo ocurrido hace unas semanas con el atentado contra el senador Miguel Uribe. Aunque el presidente rechazó con firmeza este ataque, no tardaron en intentar vincularlo a él y a su entorno, en una maniobra que buscaba sembrar caos y polarización. Esa instrumentalización de la violencia también es parte del guion del golpe blando: victimizar a la oposición mientras se acorrala al Gobierno con falsedades.
Vicky Dávila ha sido pieza clave para instalar versiones sin sustento y erosionar la legitimidad presidencial. Francia Márquez, la vicepresidenta, ha sido usada para sembrar discordia interna, e incluso fue mencionada en las conversaciones de Leyva como posible ficha de relevo. Álvaro Uribe, aunque condenó los audios, ha sido uno de los mayores responsables de instalar un discurso de ilegitimidad del Gobierno desde el primer día. El propio Leyva, cercano a Petro en otro tiempo, se revela hoy como un operador encubierto del sabotaje institucional.
Lo grave no es solo la traición individual. Lo que queda al desnudo es una estrategia amplia, sistemática, pensada para detener las transformaciones profundas que el pueblo colombiano eligió en las urnas.
El gobierno de Petro tiene hoy una oportunidad histórica para robustecer la institucionalidad: abrir debate, investigar rigurosamente y convocar a la ciudadanía a rechazar el golpe.
Quienes hacemos parte del proyecto de cambio tenemos la razón de nuestro lado. Nos dijeron exagerados, mentirosos, fanáticos. Pero los hechos hablaron más fuerte. El golpe blando existe y está en marcha.
La pregunta es si como país vamos a permitir que prospere. Solo una ciudadanía consciente y movilizada puede impedir que la voluntad popular expresada en las urnas sea anulada por las élites que no toleran haber perdido el poder. Porque defender a Petro ─hoy más que nunca─ es defender la democracia que tanto ha costado construir.