Pablo Oviedo A
Desde hace más de 40 años se inició el auge petrolero en el Magdalena Medio, específicamente en Puerto Boyacá, generando mucha expectativa para el conjunto de sus habitantes que veían en esa realidad la posible apertura de una puerta al progreso y al bienestar y creían esto porque sobre todo, las petroleras de turno, a través de sus heraldos llegaban a las poblaciones circunvecinas con un lenguaje reconciliador, predicaban que, por encima de los intereses particulares y empresariales, estarían siempre los derechos de los lugareños y el cuidado del medio ambiente.
Estos campos petroleros se inundaron, producto del invierno y por estar ubicados en zonas de humedales. Era necesario transitar en canoas y chalupas por diferentes áreas de ellos. Por lo que, se adscribieron al imperativo de buscar medidas preventivas y drásticas para contrarrestar el fenómeno. Entonces, se les ocurrió la idea de aislar los humedales, con lo que, automáticamente, comenzaron a destruir los ecosistemas que allí existen o existían.
Taponaron más de diez caños en los que los habitantes del entorno se beneficiaban con la pesca. Querían evitar que las aguas confluyeran y atravesaran los campos petroleros y que les dañaran los equipos, pero no les importó que las mismas dejarían de pasar también por las veredas Santa Bárbara y Carboneros y que alterarían la vida y la subsistencia de sus gentes que practicaban la pesca.
Con el taponamiento de los caños, se generó un impacto ambiental de enormes proporciones. Por la falta de oxígeno, se extinguieron muchas especies que vivían en los caños, afectando así la alimentación y la economía de esos pueblos en los que empezó a aumentar la miseria, el abandono, la tristeza. Ninguna autoridad local o regional hizo algo para evitar la catástrofe.
Para empeorar la situación, la contaminación y el daño por la explotación petrolera actualmente no paran. En la región, algunos niños nacen con deformidades, al parecer, como efecto de que la ciénaga de Palagua y sus humedales hayan sido utilizadas como cloacas de las diferentes empresas extrajeras petroleras que han pasado por la región.
Hay más daño. Las petroleras procedentes de E.U., trajeron semillas de la planta conocida como Brecharia, creada en laboratorios yanquis, fue esparcida en los humedales contaminados con hidrocarburos y sus derivados. Estas semillas germinaron, crecieron y traspasaron la capa de petróleo, saliendo a la superficie y multiplicándose por todos los humedales, fungiendo como hermosa enredadera que muestran a los humedales reverdecidos y esplendorosos, pero en realidad es un ornamento que esconde la contaminación ocasionada por los hidrocarburos y evitan las demandas por afectación al medio ambiente y a las personas que viven en aquellos lugares.
La Brecharia puede causar toxicidad hepática y renal. El plomo se ha filtrado a la cadena alimenticia de la ciénaga hasta llegar al ser humano. Mientras tanto se llevan el petróleo dejando miseria y desolación. Y nadie responde por los daños causados.