Beatriz Hernández
Prometeo encadenado, ha vuelto a volar a otras dimensiones, otras galaxias de luz y de oscuridad. El 22 de julio de 2025 será recordado por millones en el mundo como el día en que murió a sus 76 años el inmortal y legendario Ozzy Osbourne, conocido como el “Príncipe de las Tinieblas” y el “Padrino del Heavy Metal”. Su nombre de nacimiento era John Michael Osbourne, sin embargo, en el mundo artístico y en la cultura del rock y el metal, lo conocieron como Ozzy, apodo con el que lo llamaban sus amigos del colegio.
John “Ozzy” Osbourne nació el 3 de diciembre de 1948 en Birmingham, Inglaterra, en el seno de una familia liderada por un fabricante de herramientas y una obrera. Aunque su trayectoria es un símbolo en el mundo artístico, también representa para generaciones y generaciones una la huella de rebeldía e irreverencia.
La forma cercana e íntima de expresar la insatisfacción, de desafiar lo disfuncional y lo convencional, convierten a Ozzy en un referente claro de la contracultura que cuestionaba las estéticas y temores de la sociedad. Aunque está popularizada su imagen oscura y vampiresa, en su larga trayectoria también le cantó a lo humano, el amor, la rabia o la soledad. Ozzy era la creación de un estilo musical, de una voz, de su forma de representarse a sí mismo frente a la sociedad.
Su huella es tal que, siempre que se hable de metal, debe mencionarse a Ozzy y todo su legado. Él fue una de las semillas que dieron origen a bandas como Pantera, Slayer, Metallica, Guns N’ Roses, Megadeth, Judas Priest, Linkin Park, Alice in Chains, Slayer y Tool, entre muchas otras.
También surgieron artistas y bandas que compartieron esa misma época, como Deep Purple, Ian Gillan, Lemmy de Motörhead y, de forma más contemporánea, artistas como Amy Winehouse, quienes impusieron estilos y formas muy particulares de expresar y fortalecer la rebeldía de los desposeídos de los que no encajan en una sociedad cansada y mojigata.
Fue creador y participante activo en la industria musical y gestor de festival Ozzfest. Estuvo en películas, dobló voces en animaciones y videojuegos. A través de este evento, Ozzy tuvo una segunda carrera, interpretándose a sí mismo muchas veces. Además, su apoyo sirvió como plataforma para dar reconocimiento a nuevas bandas, como las ganadoras del concurso “Battle for Ozzfest”.
Siempre se destacó por una postura clara y distante del debate político. No era conocido por participar activamente en debates o por usar su poder artístico con fines electorales. Sin embargo, en los últimos días, tras su fallecimiento, medios de comunicación informaron que la familia Osborne formó parte de un grupo de más de 200 artistas y figuras públicas que pidieron a la BBC una corrección en la visión con la que se promovía a los israelíes, reflexionando que no es el pueblo de Israel el culpable del genocidio contra Palestina.
Este gesto, aunque polémico, evidencia que la figura de Ozzy no puede reducirse a una sola faceta. Como otros artistas o figuras públicas, no era perfecto. Diomedes, Héctor Lavoe, y muchos otros, tampoco lo eran, y eso no les impide ser admirados ni dejar de escuchar su música y su legado. La idea no es marginar o despreciar sus aportes por sus facetas menos claras, sino entender que esas particularidades no definen lo que somos ni lo que aportamos.
Como fans, les digo ahora: Ozzy no era perfecto. Todo lo que aportó a la música y a una sociedad cansada de mentiras y de una cultura que muchas veces niega su propia realidad, fue invaluable. Dio voz al espíritu de millones para cantarles a la desidia, para encarar la vida cuando no encaja en los moldes. Colombia fue testigo de dos de sus conciertos.
Su grandeza quedó demostrada en que, previendo su cercanía a la muerte, pidió preparar un concierto de despedida. Él mismo dijo que no sería en silencio su partida de este mundo. Y 15 días antes de fallecer, nos regaló una vez más su amor por el público y por la humanidad. Lo que allí se recaudó en boletería fue entregado a tres organizaciones sociales para tratamientos de enfermedades huérfanas o complejas.
Por eso, solo queda decir que el mundo nos queda: Ozzy para siempre, ¡¡suénalo!! Que las venas se hinchen de vida.