Jaime Caycedo
Las notas editoriales y columnistas de la gran prensa destacan el Nobel a la señora Machado, que es realmente el Nobel a Trump, por interpuesta persona, en un irresponsable llamado a la desestabilización y derrocamiento del gobierno institucional de Venezuela.
No satisfechos con tamaña temeridad, coinciden en un próximo gobierno para Colombia que destruya los avances sociales, productivos y económicos del gobierno Petro, retorne al amparo del Fondo Monetario Internacional y a sus políticas de ajuste fiscal; que vuelva al tema «seguridad» entendido como crecimiento numérico y económico de la fuerza pública y de sus funciones de guerra interior, bombardeos y ocupación del territorio nacional, según los modelos fracasados de contrainsurgencia y «seguridad democrática»; y, desde luego, también, se ensañan con la crítica malévola a la consulta popular del 26 de octubre del Pacto Histórico a la que le profesan un miedo reverencial.
La derecha colombiana carece de un proyecto político-social para encarar la crisis de estructura del país, y las crecientes demandas de millones de compatriotas por soluciones que solo pueden provenir de profundas reformas dirigidas a superar el sistema de las desigualdades, que destruye a la sociedad colombiana, el ventajismo, la corrupción como aprovechamiento del poder; la insensibilidad social y ambiental; el enriquecimiento como único valor significativo.
Esa derecha no intenta siquiera entender el fracaso del capitalismo dependiente, sus valores egoístas, su incapacidad para comprender las demandas crecientes de millones de connacionales que exigen participar de la vida digna y de las garantías democráticas – no solo “oportunidades”, realmente iguales y justas para todas y todos.
Las dos tendencias histórico-tardías de la burguesía, el moderado “santismo” y la ultraderecha de Uribe, en medio de sus contradicciones, claman por encontrar en los Estados Unidos de Trump el apoyo y la seguridad para sus intereses de clase, al costo de entregar el país, traicionar la autodeterminación de Venezuela y relativizar la soberanía del resto de los países de América latina.
La unificación de la derecha bajo semejante patrocinio significaría el peor desastre imaginable, como ser la destrucción de la independencia de las naciones del área andina caribeña, como ya está ocurriendo con Panamá, y el retorno al nuevo colonialismo promovido por Trump y su cohorte neofascista. Justo de frente al Bicentenario del Congreso Anfrictiónico de 1826.
El Pacto Histórico está en las antípodas de esta lógica. Su programa de gobierno, de Congreso y de proceso Constituyente convoca a todas las opiniones y vertientes dispuestas a contribuir al cambio democrático. En la consulta presidencial el enemigo no está dentro del Pacto Histórico, está en el sistema y en su soporte imperialista.
La alianza fundamental es con las bases populares sociales del campo y la ciudad, los migrantes, las culturas y la intelectualidad democrática. Respaldamos la precandidatura de Iván Cepeda con la esperanza de contribuir a la más formidable convergencia frenteamplista para un poder popular.