Miguel Uribe Turbay, de delfín a mártir del Centro Democrático

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Gildardo Silva
@GildardoSilvaPH

El pasado 13 de agosto se realizó el velorio del exsenador Miguel Uribe Turbay en el Salón Elíptico del Congreso de la República. Bajo la voz de Gabriel Vallejo (director nacional del partido Centro Democrático) se presentó el discurso del ahora condenado expresidente Álvaro Uribe Vélez.

En este velorio, que se adelantó entre coronas de flores y discursos solemnes, el mensaje del expresidente causó controversia, pues lejos de centrarse en el luto causado por el lamentable fallecimiento del senador, hizo hincapié en la confrontación política desde un discurso de odio y la construcción de una narrativa de poder que omite y señala al que piensa diferente. Aquí, un análisis de dicho discurso:

Un inicio que enmarca el duelo y la confrontación política

“Sacrificaron el árbol fresco del Jardín de la Democracia” fue la primera frase del discurso, que ubica la muerte del senador como un golpe directo a las instituciones y no únicamente a su familia y al partido; forma una imagen de Miguel Uribe como una víctima perfecta, “estudioso, de carácter firme”, que cumplía todos los roles de su vida de una manera impoluta, hijo de la política tradicional, con una carrera marcada por polémicas, un ciudadano más pero que, en la realidad, estaba muy lejos del pueblo trabajador y de las condiciones sociales y económicas del mismo.

Después de autoposicionar al nuevo “mártir” del Centro Democrático, el expresidente comienza a generar un campo “nosotros no decimos quién tiene derecho a vivir. Nosotros reclamamos la protección de la vida de todos los colombianos”. Con esta frase, Uribe acaba de situarse a sí mismo y a su sector como guardianes universales de la vida, un terreno moral alto que, sin embargo, omite su propio historial como exmandatario en materia de derechos humanos.

En suma, podemos ver cómo parte de una lógica de “nosotros contra ellos”, dando la apariencia de que el señalamiento político que lanza fuera nada más que una conclusión moral inevitable y no un acto de oportunismo.

Seguridad y justicia: un llamado que deja atrás el luto

Después de situar las fichas en el tablero, el exmandatario hace un llamado a las Fuerzas Armadas, como si estas tuvieran una actuación independiente del gobierno del momento, para la protección de los ciudadanos. No sin antes aprovechar para lanzar al traste cualquier posibilidad de Acuerdo Nacional frente a los temas de crimen que atormentan al país y que el presidente Gustavo Petro ha buscado con el pleno de los partidos del Congreso desde que inició su mandato.

A continuación, Álvaro Uribe busca posicionar de manera abstracta a aquellos a los que se enfrenta, bajo acusaciones de instigación a la violencia y rencor a políticas del pasado. Empieza a imputar culpas en el marco del velorio de Miguel Uribe Turbay. Sin embargo, algo más interesante que las acusaciones del exmandatario se revela y es un nuevo episodio de revisionismo histórico o de disputa por la historia a partir de acusar a estos “otros” de inventar hechos que no han sucedido y basar sus acusaciones en ellos.

Al barajar soluciones, al puro estilo de la derecha, lo primero que se plantea es la intromisión internacional de carácter militar por parte de los mismos actores de siempre: Estados Unidos, Reino Unido e Israel, acusado ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio al pueblo palestino.

Tras una breve comparativa entre Miguel Uribe y Álvaro Gómez Hurtado, se inicia con el primer actor concreto al que se enfrenta, en este caso, el presidente Gustavo Petro, imputándolo como instigador de la violencia contra el expresidente Turbay Ayala (abuelo de Miguel Uribe), el cual, bajo el Estatuto de Seguridad, persiguió a la oposición política a su gobierno y restringió la democracia en Colombia. Nada sorprendente sabiendo que este, como parte de una élite naciente y cipaya, se basó en la doctrina de seguridad de Estados Unidos durante la guerra fría, que se fundamentaba en la intromisión militar en Latinoamérica.

Petro y la Unión Patriótica: del duelo a la acusación

Así, el rompimiento del duelo a la acusación, la transformación de la madera del ataúd en tribuna política, continúa. Para Uribe, lo distinto de este momento es que, al parecer, nunca habían existido discursos presidenciales instigadores, aunque sí hayan existido persecución sindical, desplazamientos forzados masivos, múltiples masacres y genocidios políticos.

Entonces, señala a la Unión Patriótica y a todas las familias víctimas del Estado por el genocidio de esta agrupación partidaria como una excusa, con más de 6,200 víctimas que no permite ver a las verdaderas víctimas de este país. No sin antes recalcar que su mandato fue garante de la seguridad de la oposición, aunque las AUC y el ahora extinto DAS no lo hayan sido tanto.

Forjando el perfil del mártir

“El mundo debe saber que Miguel era un ejemplo de oposición democrática leal. Él, como nuestro partido y las fuerzas democráticas de Colombia, nunca apeló a la combinación de las formas de lucha, a diferencia de algunos miembros de la Unión Patriótica que promovían el secuestro, participaban de órdenes de asesinato, pero se sentían con derecho a imponerse sobre la democracia. Sus epígonos actuales son permisivos, incluso promotores de la droga y de otras fuentes de financiación del crimen que Miguel combatió con ejemplar valor civil.
Miguel estaba espiritualmente preparado para ejercer la Presidencia de la República con decoro, con nobleza en la acción y en la palabra. También con la firmeza necesaria para desarticular el crimen y para impedirle al presidente Petro llevar a cabo la amenaza que anticipa de bloquear al próximo Gobierno con la anarquía de destrucción que usó en 2019 y en 2021.

“Cuando se ejecutó el magnicidio de ese patriota superior que fue Luis Carlos Galán, Colombia era gobernada con respeto a la Constitución y con vocación de enfrentar al terrorismo, lo cual contrasta con lo que vivimos: un gobierno más preocupado con la alianza terrorista que con la erradicación del crimen”.

Venezuela y la política exterior en clave entreguista

No suficiente con una posición entreguista, el expresidente Uribe también, como es usual, no duda un segundo en posicionar la idea de que Colombia, como Estado títere de los Estados Unidos, haga su trabajo sucio entrando en confrontación armada con la República de Venezuela, aun cuando esto signifique violar acuerdos con los demás Estados de la región.

Todo esto bajo la excusa de que solo se está defendiendo los intereses nacionales de Colombia, irónico si se parte de que todo el discurso no ha hecho más que poner la soberanía nacional en entredicho, como si Colombia requiriera de la paternidad de Estados Unidos para así indicarnos cómo resolver nuestros propios asuntos.

La consagración final de Miguel Uribe, a pesar de sí mismo

Finalmente, después de vilipendiar la soberanía nacional, el exmandatario termina por ensalzar la imagen de Miguel Uribe, llevándolo a la posición del mártir que hizo ilusionar a Álvaro Uribe con la posibilidad de que las cosas volverían a ser como lo eran en los tiempos de la Política de Seguridad Democrática o como en el Estatuto de Seguridad.

Tal cual, como las últimas palabras de su discurso lo dicen: Miguel Uribe, aunque prudente la mayoría del tiempo, no dejó de decir lo que pensaba, aunque esto discriminara, aunque esto lo dejara en evidencia como un apologeta, pero también un reproductor de la violencia contra los sectores vulnerables de la sociedad. Así pensaba Miguel.

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