Jaime Cedano Roldán
@Cedano85
Y finalmente, tras dura pelea, se inscribieron en medio de grandes entusiasmos las listas del Pacto Histórico al Senado y a la Cámara de Representantes. Al igual que las de Unitarios, Maíz, y en paralelo, las de Fuerza Ciudadana. Una desafortunada dispersión. Esperemos que la Ley de D’Hondt no sea tan implacable.
Los partidos que renunciaron a su personería jurídica para conformar el Pacto Histórico han dado una contundente lección de madurez, de vocación unitaria y de colocar los proyectos de país por encima de los intereses de grupo. Largo ha sido el aprendizaje de la izquierda para saber definir las alianzas tácticas, las estratégicas y el nivel de la unidad en el marco del momento político. Bagaje puesto a prueba ante la virulenta ofensiva de la derecha criolla para reconquistar el poder, alineados con la ofensiva internacional de guerras, intervenciones, sanciones ilegales y amenazas del trumpismo. Situación que pensábamos llevaría a valorar mucho más la unidad. La esperanza es que, contra todo pronóstico, los tres o cuatro bloques de la izquierda y el progresismo que llegaremos separados al 8 de marzo, tengamos resultados que garanticen una presencia mayoritaria en el nuevo congreso.
Para la izquierda convicta y confesa, digamos PCC y UP, la unidad es parte fundamental de la táctica para avanzar hacia transformaciones mucho más profundas y para confrontar, hoy, la ofensiva de las derechas y los neofascistas. Los frentes populares antifascistas que a nivel internacional se plantearon en los años treinta para enfrentar la ofensiva del fascismo son un referente histórico que sigue vigente, con las obvias particularidades de cada país. En esta coyuntura hemos aprendido a caminar en unidad en medio de la diversidad, con exquisito respeto por los acuerdos consensuados.
En la última década en países como España, Colombia o Chile la izquierda ha tenido la experiencia de participar en gobiernos de convergencia, hecho que la pone a prueba frente a sus propias historias, proyectos estratégicos, los intereses populares inmediatos y la gobernabilidad. Los balances son disímiles y cada cual hará el suyo, aunque no sería de despreciar un encuentro de intercambio de experiencias.
Tras las bambalinas del Frente Amplio con que se irá a las elecciones presidenciales, que no puede confundirse con una lista al congreso de nombre similar, existe el debate tácito de la hegemonía en su interior. ¿Será posible un FA y un nuevo gobierno con hegemonía de la izquierda, como en términos generales ocurre con el gobierno de Gustavo Petro? ¿O la hegemonía la tendrá el centro-progresismo, y que papel tendrían sectores de la centro-derecha que puedan llegar a un nuevo gobierno de amplia convergencia?
La composición del nuevo congreso será determinante para definir esta perspectiva. Y el talante político de Iván Cepeda lo puede liderar. Pese a algunas erróneas interpretaciones en el tintero.
Marzo está al caer.








