Yohanna Guerrero
El día internacional de la mujer, 8M, convoca a reflexionar sobre los avances logrados en la lucha por la igualdad y equidad de género, y sobre los desafíos que siguen existiendo en la búsqueda de prácticas verdaderamente justas.
El feminismo despatriarcal y transformador cobra una importancia crucial en estos tiempos, pues a menudo se pasa por alto el desmantelamiento del machismo dentro de las propias prácticas feministas. Este 8 de marzo, la reflexión debe centrarse en un feminismo capaz de transformar y desmantelar el patriarcado en todas sus formas, tanto estructurales como sociales y culturales.
Despatriarcalizar el feminismo implica reconocer que el patriarcado no solo es una manifestación de desigualdad entre hombres y mujeres, sino un sistema arraigado profundamente en las bases mismas de las instituciones y las relaciones humanas, que abarca todos los aspectos de la vida. Esto requiere cuestionar y desmantelar no solo las estructuras formales de poder, como los gobiernos y las empresas, sino también las dinámicas informales que perpetúan la opresión.
Por tanto, el feminismo no debe limitarse a exigir igualdad en un sistema patriarcal, sino que debe ir más allá y plantear alternativas que cuestionen y desmantelen las practicas machistas feministas de las relaciones de poder. No basta con que las mujeres luchen solas por su emancipación, sino que el cambio debe ser un proceso de transformación colectiva que involucre a toda la sociedad, reconociendo las realidades diversas de las mujeres.
Hablar del desmantelamiento del machismo dentro del feminismo es una necesidad urgente, en el que el modelo de lucha basada en la solidaridad, la inclusión y la equidad sea su esencia, y que implica una crítica constante a las relaciones de poder que surgen, es enfrentarse a la dificultad de desmantelar sus propias formas de exclusión, jerarquización de voces y reproducciones de normas de género, es reconocer las formas en que el machismo se infiltra en los discursos y acciones.
El 8 de marzo debe ser un recordatorio de que la lucha feminista es una lucha de todas y todos, que va más allá de una fecha simbólica. El compromiso con la ética del cuidado y la solidaridad real debe ser parte esencial del feminismo. Solo entonces se podrá avanzar hacia un futuro más justo para todas las mujeres, más inclusivo, plural y transformador, que desafíe el patriarcado no solo en la sociedad, sino también que lo haga de manera constante dentro de sus propias prácticas y relaciones internas.
En este 8 de marzo debemos renovar nuestro compromiso con una lucha que continúa, con la mirada puesta en la construcción de un mundo más justo, equitativo y libre de opresión. Un feminismo despatriarcal es el único camino posible hacia una verdadera emancipación, y su logro depende de nuestra capacidad colectiva para transformar radicalmente las estructuras de poder que se siguen perpetuando.