Cuando el luto se convierte en estrategia política

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Jefferson Orlando Corredor Uyaban

En Colombia, las élites políticas poderosas han perfeccionado el arte de fabricar mártires. No se trata solo de registrar la muerte de un dirigente, sino de convertirla en un recurso para fortalecer su proyecto ideológico, acallar críticas y cohesionar su base política. Es una estrategia calculada: tomar la muerte de una figura propia y transformarla en capital político. No para honrar la verdad, sino para blindar sus privilegios, exacerbar el odio y manipular la opinión pública.

El homicidio de Miguel Uribe Turbay encaja a la perfección en este libreto. Hijo político de una élite que ha gobernado y saqueado al país por generaciones, convertido en figura mediática del uribismo, será presentado como “prueba” de que en Colombia existe persecución contra la derecha. Los medios hegemónicos repetirán hasta el cansancio la imagen de un “joven líder de bien” truncado por la “intolerancia”.

El resultado será un blindaje inmediato para la derecha, el uribismo y sus aliados. Toda crítica a su ideología, a su papel en el Congreso o a sus alianzas con el gran empresariado y los terratenientes será declarada moralmente ilegítima. Convertirán a Miguel Uribe en símbolo de resistencia, a pesar de que en vida respaldó leyes y posturas que profundizaron la desigualdad, la exclusión y el autoritarismo.

En ese montaje, Gustavo Petro, el Pacto Histórico, el movimiento social progresista y la izquierda serán declarados enemigos a erradicar. La maquinaria mediática y política construirá un relato en el que el Gobierno será señalado, directa o indirectamente, como responsable de su muerte. La presión será inmediata: desgastar la imagen del Ejecutivo, frenar las reformas sociales y debilitar la coalición progresista.

Frente a esta estrategia, no podemos caer en la trampa de la defensa reactiva o el silencio culpable. Debemos reconocer el dolor humano sin permitir que se utilice como excusa para desmontar derechos o reactivar el autoritarismo. Hay que nombrar las cosas por su nombre: el uso político de la muerte es y será tan perverso como la violencia misma.

El Partido Comunista Colombiano, perseguido y víctima del genocidio político continuado y del terrorismo de Estado, sabe muy bien cómo opera esta manipulación. Sabemos que, cuando las élites lloran a uno de los suyos, muchas veces lo hacen para justificar más represión, más estigmatización y más impunidad.

No se trata de personalizar el debate en Uribe Turbay. Detrás de la narrativa del mártir se esconden intereses concretos: mantener la desigualdad, frenar las transformaciones y debilitar la organización popular.

La izquierda no debe permitir que el duelo se convierta en mordaza. Si el uribismo pierde a una de sus figuras y la convierte en bandera, nuestra respuesta no debe ser el silencio ni la autocensura, sino más pedagogía, más memoria histórica y más movilización. La vida humana merece respeto, y el uso cínico de la muerte degrada y condena la política.

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