Derrotar al boicot

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Luis Jairo Ramírez H.

Colombia está determinada a dar continuidad al proceso de transformaciones políticas y sociales que fue tomando forma tras la firma de los acuerdos de paz de la Habana en 2016, el cacerolazo popular de 2019 y el levantamiento popular de 2021 que hizo despuntar los albores de una nueva era política y social para el país, con el gobierno de convergencia democrática que se concretó con el Pacto Histórico y los cambios.

Durante este periodo el proyecto de unidad y de cambio ha enfrentado la más violenta oposición; la extrema derecha desplegó su arsenal concentrado en los gremios económicos, su prensa corporativa y unos vetustos partidos tradicionales que se atrincheraron en el congreso para impedir la aprobación de los proyectos del cambio.

Lamentablemente a ese coro del statu quo se acercaron unas estructuras armadas, que han venido desdibujando su carácter político, aferradas en el culto a las armas, que piensan que el acuerdo de paz y la dejación de armas significaron una “renuncia a la lucha”. Su ceguera política les impide ver que en la última década asistimos a un ciclo de ascenso de la lucha popular que tiene un alto potencial transformador.

Lamentablemente para los enemigos del cambio, las cifras de la economía mejoran, la inflación y el desempleo bajan, hay una reactivación del agro; el país tuvo la oportunidad de conocer la enorme defraudación a la salud, el saqueo a la SAE y los responsables de la violencia sistemática en Colombia. No se censuró a la prensa; al contrario, hubo una paciente tolerancia a la desinformación y sus abusos.

Hoy, el país y el mundo observamos un desesperado proyecto geopolítico que pretende la preeminencia imperial en el hemisferio, a costa de instalarse en el Caribe para intentar incendiar el continente. Las viejas castas políticas, que sienten en riesgo su poder, realizan su peregrinaje a Washington clamando todo tipo de sanciones a Colombia, la invasión al territorio nacional por parte de las tropas gringas y la intromisión de Trump en las elecciones, para favorecer la deshilachada apuesta de la vieja política.

Es en este complejo contexto que tenemos que avanzar. El régimen tradicional no puede ignorar la existencia de una muchedumbre agrupada en el Pacto Histórico; al borde de los plazos no pudieron impedir la legalización de la más influyente organización de la izquierda.

Hoy la sociedad colombiana es más consciente del momento histórico que vivimos; en las próximas elecciones nos jugamos el futuro de un proyecto que busca transformar todo el territorio nacional, de integrar comunidades históricamente marginadas.

La Registraduría y el CNE están cooptadas por las élites tradicionales, ya en 2022 intentaron un fraude electoral, desaparecieron un millón de votos, que al final se puso en evidencia. Ahora quisieron negar la personería del nuevo partido y fracasaron. En 2026 intentarán de nuevo el fraude, millones de testigos electorales lo impedirán.

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