La disidencia domesticada

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Nixon Padilla Rodriguez

En el pasado Encuentro Nacional de Sindicalistas LGBTIQ+, impulsado por Mintrabajo y Miniguadad, y apoyado por las centrales obreras se desarrolló un debate interesante e histórico sobre la relación del sindicalismo y las demandas de la población trabajadora LGBTIQ+.

Este evento, que hace memoria de los esfuerzos de León Zuleta por vincular las luchas de liberación homosexual con las luchas obreras, ha sido un hito importante para el movimiento de las disidencias sexuales.

No obstante, es importante reflexionar sobre algunos aspectos que son fundamentales para los propósitos futuros que ha propuesto este encuentro.

En el debate general hay ausencia de una caracterización de la opresión sexual dentro de la realidad del mundo del trabajo, del modelo económico y de  su relación con las luchas generales de la clase trabajadora en Colombia.

El debate se centró  en buena parte en la identidad, desarticulada de las luchas del conjunto de la fuerza laboral, sin abordar el papel del patriarcado y la homofobia en el proceso de explotación del trabajo ni en la acumulación del capital.

La preocupación mayoritaria se centra en temas asociados en el reconocimiento y la representación, sin mayor cuestionamiento a la estructura misma del proceso económico, político y social, lo que explica la integración progresiva y acrítica de la diversidad en la maquinaria de sistema, desactivando la potencia política original de la lucha por la emancipación sexual. Se observa un «gremialismo de la identidad», que permite a la hegemonía neoliberal reconfigurar nuestras demandas.

Jean Nicolás en «La cuestión homosexual» nos legó una herramienta fundamental, la comprensión de que la opresión sexual es funcional a la reproducción del capital, que la homofobia y el sexismo operan como guardianes de la familia nuclear burguesa, unidad indispensable para la transmisión de la propiedad privada y la reproducción de la fuerza de trabajo.

Es importante reconocer que separar la «política del deseo» de la «política de clase» es un error estratégico. Al abrazar el individualismo que fragmenta al sujeto político, el movimiento corre el riesgo de volverse funcional al sistema que combatimos. Un sindicalismo LGBTIQ+, no puede enfrentar la opresión sexual y de género, propugnando por una integración incondicional al sistema de explotación del trabajo.

Es importante volver sobre las raíces del movimiento de liberación sexual, para reimaginar luchas colectivas, que sin perder nuestras demandas particulares, se entrelacen con el conjunto de reivindicaciones del movimiento obrero y popular. El corporativismo identitario, no solo nos separa de las luchas populares, sino que nos deja sin aliados y en esa soledad seremos presa fácil de la reacción. La liberación del cuerpo y del deseo exige abolir las condiciones materiales que nos disciplinan.

El camino retomado en este encuentro es valioso, pero vale la pena reflexionar y abrir espacios de debate que ayuden a construir un camino de transformación de fondo, que enfrente la embestida global del fascismo y la ultraderecha.

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