Cambio climático y colonialismo

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Paola Gallo

El sistema capitalista nace y se desarrolla por el colonialismo. A pesar de crear un enorme sistema jurídico internacional en defensa de los derechos humanos, luego de la derrota del fascismo ─gracias a la victoria de la URSS en la batalla de Stalingrado─, la acumulación por despojo sigue más actual que nunca.

El genocidio en Palestina refleja con nitidez el horror colonial y expone las contradicciones entre el sistema internacional de los derechos humanos y la persistencia del colonialismo. Esta situación se viene resolviendo, con la ayuda del fascismo, a favor de la potencia colonizadora.

La ley y el respeto al derecho internacional es una lejana promesa de un sistema que ya no tiene salidas aceptables o humanizadas. Según el informe de Oxfam de junio de 2025, en la última década del siglo XXI, la riqueza que se acumuló pudo haber terminado veintidós veces con la pobreza del planeta.

Así, frente a un ritmo de acumulación de la riqueza que se está haciendo inviable sostener con un solo planeta tierra, el aparato militar aparece como la única esperanza para mantener el orden. Por tal razón, los países de la OTAN están aumentando el gasto militar al 5 % de su PBI, y promueven que los fondos de pensiones y jubilaciones inviertan sus recursos en empresas que fabrican armas o que viven de la guerra.

Ahora bien, los gobiernos fascistas son negacionistas del cambio climático, para sostener la explotación sin ninguna contradicción que intente detenerlos. No obstante, es importante señalar que aquel está reconocido por la OTAN como una de las cinco amenazas de la Organización del Atlántico Norte, estos no son negacionistas pero su escenario de gestión de la crisis climática es militar.

Asimismo, los dos escenarios de conflictos climáticos que contempla la OTAN en nuestra región son la Amazonía y la Antártida. Esto explica que los países aliados extra-OTAN sean Brasil, Argentina ─futuro socio global─ y Colombia, socio global.

Por otro lado, el desarrollo de la inteligencia artificial está soportado desde sus inicios por el colonialismo, tanto en el ciberespacio como en territorio donde las tierras raras y el agua son la gran demanda del saqueo. Las relaciones coloniales están perfeccionando el sistema neocolonial que estamos sufriendo de nuevas formas.

¿Quién decidirá cuándo un hecho de contaminación justifica una intervención extranjera? ¿Será la OTAN quien decida qué actividades son contaminantes? ¿O será la Corte Interamericana de Derechos Humanos? ¿O quizá el Consejo de Seguridad de la ONU?

En medio de esta guerra por la hegemonía, es difícil no pensar en estos escenarios. Si queremos evitar ser territorio de sacrificio una vez más, resulta de gran importancia crear las herramientas necesarias que hagan posible la justicia climática, en defensa de los intereses de nuestros pueblos. La paz, para todos los pueblos, debe ser lo único importante.

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