Es mandato del pueblo

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María Eugenia Londoño

La consulta popular por la vida y las reformas del cambio nace del pueblo. En esta tierra de montañas, selvas y ciudades alzadas sobre el sudor de millones, hoy brota una voz distinta: la del pueblo que se reconoce sujeto de cambio.

La consulta popular por la vida y las reformas del cambio no es un favor pedido a la élite; es un mandato que nace en la calle que lucha, en la vereda que cultiva, en la fábrica donde el trabajo impulsa la historia.

Durante décadas nos obligaron a callar, a resignarnos, a ver la corrupción y la pobreza como castigos inevitables. Pagamos con nuestra vida la salud, hipotecamos la vejez, vimos marchitar la educación pública y cargamos con las consecuencias de la guerra. Hoy decimos basta.

Nos quieren convencer de que estas reformas son un capricho. Mienten. Son la deuda que el Estado acumuló con el pueblo trabajador: con quienes madrugan a parir la economía y regresan de noche a casas sin agua ni comida. Son la deuda con la escuela pública que mantiene viva la esperanza entre sueños y desigualdad.

Mientras tanto, en el Senado ─ese “club de privilegios”─ una mayoría sabotea las reformas. Las negocian como fichas de poder y las entierran entre aplazamientos y mentiras. Pero en la calle no olvidamos: cada reforma hundida significa más familias humilladas ante EPS que lucran con la muerte y jóvenes condenados a trabajos de miseria.

Por eso, cuando los mismos de siempre intentan torcer la voluntad popular, respondemos con más pueblo, más calle, más voz organizada. La consulta es ahora resistencia y pedagogía: la asamblea viva de quienes nunca fueron escuchados. Es el grito que perfora muros y devuelve la decisión a quien debe tener el poder: el pueblo.

Pero no basta con ir a votar. Debemos seguir organizados y vigilantes. El magisterio, junto con FECODE, los sectores sociales y populares, ha defendido históricamente la financiación justa de la educación, la salud y el agua potable. Hoy, la Ley de Competencias del Sistema General de Participaciones, SGP, debe ser bandera de dignidad: reglamentar el SGP es cerrar la puerta a la corrupción local, blindar la escuela rural y el hospital veredal. Es garantizar vida donde hubo abandono.

Esta lucha es por la vida que nos debemos. Por enseñar sin hambre, por sanar sin ruina, por envejecer sin miedo. Por nuestros hijos y nietos. No permitamos que nos vean cansados ni divididos. Cada día seremos más: más pueblo consciente, más maestras organizadas, más barrios despiertos.

Que no se engañen: mientras haya injusticia, habrá pueblo en la calle; y mientras haya pueblo en la calle, habrá esperanza.

Resistir es soñar, soñar es organizarse y organizarse es el camino para vencer. ¡Sí a la consulta, sí a las reformas del cambio, sí a la dignidad!

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