Menstruar y facturar

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Renata Cabrales

Las niñas pueden experimentar la menarquia desde los nueve, diez u once años de edad. Sin embargo, ¿Qué sucede cuando este primer período conduce a un matrimonio forzado o en la deserción escolar? En diferentes culturas, la menstruación per se no solo es motivo de discriminación, sino que también, en algunas, es el fin de la educación, el inicio del trabajo doméstico forzado y embarazos no deseados.

El abandono escolar contribuye a reforzar la idea, en los padres, de que la educación de las niñas no es necesaria y cuando estas abandonan la escuela son más vulnerables al matrimonio infantil.

En la India, por ejemplo, el matrimonio infantil está prohibido; sin embargo, sigue practicándose. Este país ocupa el segundo lugar, tras Bangladesh, en cuanto a la celebración de más matrimonios infantiles. Las niñas, al nacer, son prometidas en matrimonio a hombres mayores; cuando a ellas les llega la menarquia, son entregadas en matrimonio.

A pesar de que la menstruación es un proceso completamente natural que ocurre mensualmente en 1.800 millones de personas del planeta, sigue siendo en motivo de discriminación, exclusión y pérdida de oportunidades para mujeres y niñas en diversos ámbitos.

“El miedo al estigma, la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos como el agua o los inodoros hacen que las necesidades de higiene y salud menstrual de millones de mujeres y niñas en todo el mundo no se satisfagan y aumente su riesgo a padecer infecciones. Estos desafíos son particularmente agudos entre los más pobres, los grupos étnicos, los refugiados y las personas con discapacidad”, afirmó Blanca Carazo, responsable de Programas de Unicef España.

La discriminación hacia las niñas y mujeres debido a la menstruación afecta su salud, educación, participación social y derechos humanos. Por eso, se han creado iniciativas para combatir la discriminación en Organizaciones internacionales como la ONU y el Unfpa que trabajan para eliminar el tabú menstrual y garantizar el acceso de aquellas a productos de higiene, la educación y servicios de salud. Estas iniciativas buscan promover la igualdad de género y el respeto a los derechos humanos.

Todo esto responde a los argumentos de la senadora Angélica Lozano, quien manifestó su negativa en el punto de la reforma laboral acerca de la licencia menstrual. Sin embargo, las estadísticas demuestran una realidad preocupante: el 53% de personas menstruantes sufren mensualmente de cólicos severos, el 92% se sienten incómodas o adoloridas para ir a la oficina, y el 89% no tienen acceso a productos de higiene menstrual en el lugar de trabajo. Estos factores influyen directamente en el desempeño laboral, en la salud física y mental de las mujeres.

Contrario a lo planteado por la senadora mencionada, la licencia menstrual no debería ser motivo de discriminación en el campo laboral, sino más bien como una muestra de respeto hacia los derechos humanos. Menstruar no debe, bajo ninguna excusa, convertirse un impedimento para que las mujeres puedan trabajar y generar ingresos en condiciones justas.

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