Luz Marina López Espinosa
Tal fue la sangrienta metáfora que los doctrinarios del sionismo israelí erigieron, como lo más natural, en principio para mantener su ocupación sobre el territorio palestino, ilegítimamente ocupado según todas las instancias del derecho internacional que se han pronunciado sobre ella durante setenta años: “Mantener a los palestinos bajo control es como cortar el césped del jardín: una tarea dura y constante. Cuando uno deja de hacerlo, la maleza crece sin control y se llena de peligrosas víboras que invisibles se arrastran entre ella”.
Tal política ha contado con la mirada cómplice, a la vista crítica hipócrita, de las instituciones internacionales, cuyos reparos no han pasado de ser nominales, útiles para limpiar su mala conciencia y salvar su responsabilidad ante las Convenciones y Tratados de los que son garantes. Mientras tanto, el agresor ha seguido actuando impunemente a lo largo de todos estos años, dejando cientos de miles de palestinos asesinados, mutilados, desterrados y secuestrados, algunos de estos desde niños y retenidos por decenas de años.
¿El crimen que el victimario le imputa a sus víctimas? Uno solo: ser palestino, haber nacido en ese suelo heredado de sus mayores, que lo habitaron por milenios. Los otros, no nacieron allí. Llegaron desde Europa.
Pero tal doctrina ─“del césped” la llaman─ que ya en sí misma encarna la brutalidad equiparable a crímenes de guerra y de lesa humanidad, palidece frente a la política que, en estos mismos momentos de mayo del 2025, el ente sionista encabezado por Netanyahu y su llamado “Gabinete de Seguridad” ha puesto en marcha para ahora sí, de verdad, poner punto final al problema palestino.
Según su narrativa ─y pese a la abrumadora evidencia del genocidio en curso─, no habrían obrado con la debida energía frente a los palestinos. Se trata de la “Operación Carros de Gedeón, otra vez escudada en la Biblia y presentada como una causa “justa” ante Dios. Pero esta vez ya no se trata de cortar el césped; ahora se trata de arrasar con toda la tierra. Lisa y llanamente. Sin eufemismos: exterminio total.
¿Y qué efectos en el momento de escribir estas letras ha tenido y tiene la nueva estrategia? No pocos: así como desde el 8 de octubre del 2023 la humanidad se horrorizaba con la escena de las decenas de hombres, mujeres y niños día a día despedazados por las bombas mientras el ente sionista los justificaba como “terroristas caídos en combate”, hoy esas escenas son idénticas, sólo que ya no son decenas cada día sino cientos.
Ya ni siquiera se toma el trabajo de disfrazar sus acciones bajo el lenguaje de los combates ni de terroristas. Asume abiertamente ─aunque cause incomodad y ruboriza a sus aliados incondicionales, que tímidamente le piden temperar─ una limpieza étnica a todo tren. Las bombas caen sobre miles de civiles hambrientos, hacinados en campamentos precarios a los que la bestia sionista los ha obligado a refugiarse, con la desvergonzada advertencia de que son “zonas seguras”.