Sembrando feminismo

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Nury Martínez Silva

En los surcos de la tierra, donde germina la vida y la esperanza, las mujeres campesinas de Colombia hemos labrado un camino de lucha y resistencia. Desde la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria, Fensuagro, junto con otras organizaciones de la ruralidad colombiana, somos protagonistas en la construcción del feminismo campesino y popular, un feminismo que nace de la tierra y se fortalece con la solidaridad y la lucha colectiva.

Las mujeres campesinas que alimentan el cambio no solo producen cerca del 50% de los alimentos en las zonas rurales, sino que también han sido guardianas de las semillas nativas, del agua y de los conocimientos ancestrales. Su trabajo es fundamental para la soberanía alimentaria, entendida esta no solo como el derecho a decidir qué sembrar y cómo alimentar a sus comunidades, sino también como una herramienta de resistencia frente al modelo del agronegocio que expulsa a los pueblos del campo, especialmente a las mujeres que llevan a cuesta las consecuencias del despojo.

Fensuagro lo ha expresado con claridad: “El feminismo campesino y popular es la lucha de las mujeres por la tierra, por el agua, por el derecho a vivir con dignidad. Es enfrentar el patriarcado que se cruza con el modelo neoliberal que nos quiere fuera del campo”.

El feminismo campesino y popular es una lucha desde la tierra. Ha sido construido desde la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, CLOC Vía Campesina. Es una respuesta a las múltiples formas de opresión que enfrentan las mujeres en el campo. Esta lucha no solo combate el machismo, sino también el despojo de tierras, la violencia estatal y paramilitar y la precarización de la vida rural. Se fundamenta en la convicción de que es necesario realizar cambios estructurales, en los que la justicia social y la equidad de géneros sean prioridades esenciales.

Las mujeres de Fensuagro hemos denunciado la falta de acceso a la tierra, lo que sigue siendo una de las mayores barreras para su autonomía. Aunque representan el 40% de la fuerza laboral agrícola, solo el 26% de las mujeres rurales en Colombia tienen titularidad sobre la tierra que trabajan. Pese a ello, han logrado consolidar procesos de educación popular, cooperativas agrarias y espacios de formación política donde se construyen liderazgos desde la comunidad.

En toda Colombia, desde las montañas del Cauca hasta los Llanos del Meta, los manglares caribeños, los altiplanos y la Amazonía, las organizaciones campesinas y las mujeres organizadas han impulsado mercados campesinos, han liderado luchas por la restitución de tierras y han construido redes de cuidado colectivo que desafían la lógica patriarcal del trabajo invisibilizado.

La lucha de las mujeres campesinas va más allá de su propio reconocimiento; es una lucha por la transformación del modelo agrario, social y económico en su conjunto. Como ha señalado la Vía Campesina: “Sin feminismo, no hay soberanía alimentaria”. En cada semilla que protegen, en cada parcela que recuperan, en cada marcha que recorren, demuestran con firmeza que el futuro del campo colombiano será feminista, o no será.

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