Las vacunas contra las infecciones virales siempre han tenido un virus atenuado que se inocula para estimular los anticuerpos de la persona. Pero ahora varios laboratorios están fabricando una vacuna genética, experimental, que nunca antes ha sido registrada
Alberto Acevedo
Gracias a los grandes medios de comunicación, que montaron una bien financiada tramoya, a mediados de noviembre el mundo vivió una explosión de optimismo, de esperanza, frente a la posibilidad de ponerle una camisa de fuerza al coronavirus y comenzar a pensar en la posibilidad, ahora sí, de superar la pandemia.
La noticia es que los laboratorios Pfizer de Estados Unidos, en alianza con la firma alemana BioNTech, tienen una vacuna, en su etapa final de experimentación, que ofrece una confiabilidad del 90 por ciento. Otro laboratorio, Moderna, tiene también un proyecto de vacuna con una eficacia similar.
Rusia, por su parte, asegura que una vacuna creada en sus laboratorios, tendría una eficacia del 92 por ciento, y en cuestión de semanas no solo comenzará a aplicarla masivamente a sus conciudadanos, sino que exportará grandes dosis a otros países, incluyendo algunos de América Latina.
Tiempo récord
Muchos científicos no comparten ese optimismo y se hacen preguntas que aún no tienen respuesta. La primera, indudablemente gira en torno a la eficacia de la vacuna, si se tiene en cuenta que todas ellas deben pasar por rigurosas etapas de experimentación y prueba, y en este caso, el proyecto de Pfizer se saltó varias de esas etapas.
Las vacunas son productos biológicos y se obtienen a partir de organismos vivos, como virus y bacterias. Antes de aplicase en humanos, deben pasar por máximos controles de calidad y su fin último es estimular en el organismo una respuesta inmunitaria protectora. Es necesario en el proceso previo aislar el agente infeccioso y desentrañar su naturaleza. Generalmente, una primera etapa de exploración dura de dos a cuatro años. Y todas las etapas de elaboración de la vacuna duran entre10 y 15 años.
Pfizer omitió este proceso largo y cuidadoso y lo que ha hecho es una vacuna que ataca la proteína Spike (S), localizada en la superficie del virus. Es una proteína poco propensa a mutar, por tanto, la proteína S se considera un excelente blanco para las vacunas.
El camino elegido por Pfizer es, simple y llanamente, el de la transgénesis, es decir, han elaborado una vacuna transgénica, algo inédito en la ciencia. Para tenerla lista en pocos meses se saltaron los procedimientos previstos en los ensayos, la cautela que habría que adoptar. Entonces han creado una nueva diosa, la vacuna contra el covid-19, gracias a un bien planificado discurso político, mediático y corporativo. Una vacuna transgénica implica peligros que aún no están calculados, advierte la comunidad científica.
Dudas
“Sé muy bien que las vacunas han significado el control de muchas enfermedades que venían ocasionando miles de muertes. Sin embargo, ahora estamos ante algo muy nuevo y muy preocupante”, explica desde Lima, Perú, Flora Luna Gonzáles (médica, pediatra, investigadora científica, miembro de la Comisión Nacional de Diversidad Biológica de su país y del grupo técnico de Bioseguridad en Organismos Vivos Modificados) sobre las dudas que generan los acelerados anuncios de corporaciones y Estados referidos a nuevas vacunas para enfrentar al virus.
¿Por qué la preocupación? Luna González advierte: “Las vacunas ante las infecciones virales siempre han tenido un virus atenuado dentro de la vacuna para estimular los anticuerpos de la persona. O un virus inactivado, o un fragmento viral. Pero ahora varios laboratorios están fabricando una vacuna genética, experimental, que nunca antes ha sido registrada, licenciada ni utilizada”.
“Estas vacunas tendrán ARN que fabrica proteínas -dice Flora Luna-, para que al vacunarnos se estimule la producción de lo típico de este virus, que es la proteína S que le da esa forma de corona. Pero nunca antes se ha insertado material genético en una vacuna. Se ha hecho en plantas, animales, microorganismos. ¿Qué significa hacerlo en seres humanos? Al insertar ese ARN en nuestro cuerpo, ¿cuánto tiempo va a actuar? ¿Qué intensidad va a tener si el sistema inmunitario de quien lo recibe está disminuido por cualquier factor? ¿Qué otras acciones podrá realizar, con qué efectos?”
Riesgos
Continúan las preguntas: “¿Por qué nos meten un ARN para que dé ordenes genéticas a nuestro genoma, para que el genoma fabrique proteínas que destruyan la proteína S del virus? ¿Cómo se detendrá ese proceso? Nada se sabe. Ni cómo actuará ese material genético externo, ni con qué efectos a corto y largo plazo. Pero técnicamente las personas que reciban la vacuna serán transgénicas, sin que conozcamos los efectos de ello”.
Hay otras preocupaciones. Expertos en Derechos Humanos de las Naciones Unidas alertaron el pasado 9 de noviembre, que ante el anuncio de Pfizer y BioNTech de sus éxitos en la obtención de una vacuna, existe el riesgo de que los países ricos acaparen ese recurso para enfrentar la pandemia.
“Lamentablemente, parece que algunos gobiernos se han comprometido a garantizar vacunas solo para sus ciudadanos. Las políticas de salud y adquisiciones aislacionistas están en contradicción con las normas internacionales de derechos humanos”, señala un pronunciamiento del grupo.
Reparto desigual
Las empresas farmacéuticas “tienen la responsabilidad de no anteponer las ganancias a los derechos de las personas a la vida y a la salud”, indica el documento. “El acaparamiento de estas herramientas por países específicos y el nacionalismo, no tienen lugar en la lucha contra la pandemia”, precisan los expertos de la ONU. Por su parte la coalición contra la pobreza Oxfam, dijo que, para el mes pasado, de acuerdo a los compromisos comerciales de las farmacéuticas, el 51 por ciento de la producción de vacunas en el mundo había sido reservada para países con solo el 13 por ciento de la población mundial.
Pfizer anunció que espera producir 50 millones de vacunas en 2020 y 1.300 millones en 2021. Tiene contratos para suministrar 200 millones de dosis a la Unión Europea, 100 millones a Estados Unidos, 30 millones al Reino Unido y 120 millones al Japón. En Colombia, entre tanto, el ministro de Salud, Fernando Ruiz, dijo a la prensa que “hay un acuerdo de confidencialidad” con Pfizer, para adquirir la vacuna que esta farmacéutica está desarrollando.
El temor de muchos de que en la comercialización de la vacuna primen los intereses económicos antes que la salud humana, se confirman. Las dos únicas empresas que en el mundo producen la vacuna contra la neumonía, son Pfizer y GlaxoSmithKline, que venden el producto a precios astronómicos. Consecuencia de ello es que una vacuna eficaz contra la neumonía se aplica solo al 25 por ciento de los niños que en el mundo la necesitan. En contraste, las dos empresas, en los últimos cinco años recibieron 26.000 millones de euros por venta de esta vacuna.
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