Vive y deja morir

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Pablo Arciniegas

Hoy habría muerto en paz y sin dolor Martha Liria Sepúlveda, una mujer de 51 años que sufre de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), pero a última hora la IPS Instituto Colombiano del Dolor (Incodol) le negó la solicitud de eutanasia que previamente había aceptado, porque la mujer ya no cumple con los ‘criterios de terminalidad’ establecidos por la Ley.

Esa ley es la Resolución 971 de 2021 del Ministerio de Salud, que en pocas palabras busca regular el derecho fundamental a morir dignamente. Sin embargo, Martha no incumple con los criterios estipulados en la norma para que se le practique la eutanasia. Primero, su enfermedad sigue siendo incurable, segundo, la degeneración de sus músculos le sigue causando sufrimiento, y tercero, Martha está en todas las facultades mentales para reclamar su derecho a morir sin dolor y con asistencia profesional.

Por eso, no se entiende cómo Incodol, que ya le había reconocido todo esto, a través de un comité altamente especializado (tal como dicta la resolución), haya cambiado de opinión de un día para otro. ¿O acaso la evidencia científica recogida durante meses, por médicos y especialistas, perdió su peso luego de que Martha fuera entrevistada en Caracol Noticias y se transmitieron imágenes de ella celebrando su despedida de este mundo con su hijo? O será, más bien, que Indocol, cuidando su imagen, es decir, tratando de no verse como una suerte de ‘clínica de suicidios’ en un país de fervientes religiosos, prefirió pasar por encima de un derecho fundamental.

Lo cierto es que si el marco legal que existe alrededor de la eutanasia trata de proteger ese derecho, los comités tecnócratas de las IPS prefieren poner a un enfermo terminal a desgastarse en tramitología antes de procurarle una muerte digna. La enfermedad o la burocracia, alguno de los dos lo matará primero, pensarán estos canallas.

Lo otro, es que esta situación deja en visto el estrecho margen de libertades que tenemos los colombianos, que no tenemos ni derecho a partir sin dolor y cuando queramos, a menos de que estemos sujetos a un sistema de salud corrupto y a sus políticas, que no se enfocan en dar un trato humano. Y esto resulta irónico, si tenemos en cuenta que nuestros gobiernos se han destacado por ser jinetes de la muerte, cómo el del Apocalipsis, que despliegan bombardeos y cuentan a los niños y ancianos pulverizados como bajas.

‘Live and let die’, hace cincuenta años cantaba Paul McCartney cuando se daba cuenta que si queremos disfrutar la vida, tenemos que procurar que el otro muera en paz. Quizá a los médicos de Incodol hoy les sirva escuchar esta canción.