miércoles, abril 24, 2024
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Venezuela: ¿Golpe de Estado o guerra civil?

El presidente Nicolás Maduro ha mostrado los hilos de una trama golpista, con conexiones en Estados Unidos, México y Colombia, que insinúan una conspiración internacional contra la Revolución Bolivariana. Sectores progresistas llaman a la solidaridad de los pueblos del mundo con el vecino país

Alberto Acevedo

Si hay un mensaje claro en los incidentes registrados en las calles de Caracas en la última semana, con lamentable saldo de muertos y heridos, y el ataque aleve a edificios oficiales y residencias de destacas figuras del gobierno, es que la derecha venezolana no está dispuesta a permitir que continúe y se profundice el proceso de revolución social, de cambios democráticos y de lucha por la soberanía nacional, iniciado en ese país por el presidente Hugo Chávez, y continuado bajo el gobierno de Nicolás Maduro.

Lejos de intentar un ejercicio de oposición por los cauces institucionales, la burguesía venezolana prefiere el camino de la violencia fratricida, la ilegalidad y la desestabilización para buscar una coyuntura favorable que le permita retornar al control de poder político y el retorno a sus privilegios.

El modelo que hoy se ensaya en Venezuela no es ajeno a la práctica política en el continente. La derecha latinoamericana ha acudido con frecuencia al golpismo cuando ha estado fuera del gobierno y optado por la represión implacable a cualquier forma de disidencia, cuando ha tenido el mando en sus manos.

Constantemente -en Colombia el discurso se repite a diario-, sectores representativos de la burguesía exhortan a la izquierda revolucionaria a que renuncie a la lucha armada y se acoja a las vías institucionales. Pero cuando pierden el poder, gracias al uso de esas vías institucionales, no se resignan a ello. Acuden a las vías de hecho, a la subversión, el sabotaje económico, es decir, a la violencia de la que tanto denostaban.

Viejos resabios

Les importa un carajo la democracia. Así pasó en Chile con el gobierno socialista de Salvador Allende, elegido en un límpido y transparente proceso electoral. En Nicaragua contra el Frente Sandinista, cuando éste llegó al gobierno por la vía electoral. Y más recientemente, en los golpes de Estado en Honduras y Paraguay. Las intentonas contra Evo Morales y Rafael Correa, o la embestida empresarial contra Cristina Fernández, en Argentina. Participar en elecciones no apacigua a la derecha. La derecha sólo acepta la democracia cuando está en el poder, es decir, solo respeta su particular visión de la democracia, la que le queda justo a la medida.

En el caso de Venezuela, no es cierto que haya una polarización de fuerzas, en las que el gobierno de Maduro hace esfuerzos extraordinarios por sobreaguar. Ni siquiera hay un desgaste del gobierno o una confrontación social en gran escala como lo pretenden los grandes medios de comunicación transnacionales, al servicio de los intereses de la burguesía. Lo que hay es un gobierno legítimo, y una minoría terrorista dispuesta a no dejarlo gobernar.

Hay una conspiración contra Venezuela, con intrincadas ramificaciones internacionales. La razón es sencilla: su condición de ser un país con las mejores reservas de petróleo en el mundo, un codiciado trofeo, no solo para las burocracias nacionales sino para el capital transnacional. Estas fuerzas son las que ayer conspiraron contra Chávez y hoy lo hacen contra el presidente Maduro.

El mandatario venezolano dijo en alocución reciente, que está en marcha la organización de un golpe de Estado para sacarlo del poder y detener el proceso de transformaciones democráticas en ese país. Esto podría ser cierto, en cuanto a que es aspiración central de la derecha recalcitrante, ansiosa por retornar al Palacio de Miraflores.

Pero en lo inmediato, esa intentona choca con una realidad que frustra sus planes: el respaldo al chavismo sigue siendo mayoritario. Las medidas económicas y las relacionadas con el tema de la inseguridad en las calles, por parte del presidente Maduro, envían al pueblo el mensaje de que el gobierno está actuando. Frente a las convocatorias de la derecha, ha habido respuestas masivas inmediatas en torno a las orientaciones del PSUV y de los consejos comunitarios. El respaldo de las Fuerzas Armadas a la revolución, es irrestricto; hay una unidad político-militar en la conducción del Estado.

Coyuntura peligrosa

Entonces, si la fórmula del golpe no funciona en lo inmediato, sí pueden los sectores ultraderechistas apostarle a la guerra civil. En este sentido, podrían estar ‘midiéndole el aceite’ a Maduro. Determinando si el largo proceso de desabastecimiento de productos, el alza exagerada de precios, el acoso mediático (estrategias todas diseñadas por ellos), han logrado mellar el respaldo colectivo al mandatario.

Si hay resultados, persistirán en su objetivo. Hay en estos momentos una coyuntura internacional peligrosa que facilita esos planes. Ha habido una grosera intromisión del secretario de Estado de Estados Unidos, alentando salidas no institucionales a la crisis. Maduro se ha referido a las relaciones del líder opositor Leopoldo López, con el ex presidente Álvaro Uribe y con el paramilitarismo colombiano. El ministro del Interior, Miguel Rodríguez Torres, aseguró que en los incidentes en Caracas actuaron grupos infiltrados, entrenados en México, en el marco de un plan subversivo denominado “fiesta mexicana”.

De esa coyuntura internacional es expresión un relativo debilitamiento de algunas instancias de integración regional, en el pasado muy activas en materia de solidaridad con los gobiernos progresistas, ante la presencia de proyectos paralelos de corte neoliberal, como Alianza del Pacífico, que introduce fisuras en el frente común de países latinoamericanos, situación que Washington aprovecha para retomar la iniciativa política e intentar extenderla a todo el continente.

Apuesta por la paz

Es en este ambiente, en el que se lleva a cabo el plan de la derecha fascista en Venezuela: quema de vehículos oficiales, asalto a entidades públicas, ataques a edificios de la Fiscalía General de la República, asonadas a sedes judiciales, asalto a residencias de funcionarios gubernamentales. Muertos y heridos. Movilización de sectores juveniles inconformes con los niveles de inseguridad, de escasez de alimentos.

La apuesta por una guerra civil, además, abriría las puertas a una intervención militar norteamericana, como ha sucedido recientemente en Siria, Ucrania, y otros países. Frente a este panorama, el presidente Maduro ha llamado en forma reiterada a la paz, a que los sectores de oposición conscientes se sienten a conversar con el gobierno. A buscarle salida a los problemas de circulación de mercancías y dinero, de la inseguridad en las calles de las grandes ciudades.

Y las organizaciones sociales, por su parte, han convocado la solidaridad internacional, para defender la revolución chavista, las conquistas sociales, el futuro del pueblo venezolano en un ambiente de paz y democracia.

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