La propuesta de Humberto de la Calle, respaldada por Gustavo Petro, de un proyecto unitario es buen punto de partida porque incluye la defensa de los acuerdos de paz de La Habana
Alberto Acevedo
Un esperanzador proceso de reagrupamiento de fuerzas democráticas y progresistas parece estar cuajando, estimulado por el ahondamiento de la crisis social y política en las últimas semanas, la creciente corrupción, la desbordada violencia contra líderes sociales, desmovilizados en el proceso de paz, defensores de derechos humanos y últimamente de sectores de la juventud. Pero también ante el peligro de que la radicalización de los sectores de extrema derecha, con su líder histórico con casa por cárcel, pueda conducir al país, ya descuadernado -como decía Carlos Lleras Restrepo-, a un despeñadero peor.
En aras de construir la nueva propuesta, los inspiradores de la idea acuden a un verdadero arco iris de denominaciones que conciten el entusiasmo de los sectores sociales a los que se dirige. Se habla de un pacto histórico, de un encuentro social, de un acuerdo electoral para el rescate del país en los próximos comicios; otros de un acuerdo más allá de 2022. Unos prefieren un bloque histórico, una convergencia democrática, un bloque del centro político, otros de un centro-izquierda.
Desde esta orilla del debate, nos anima más la idea de un bloque de centro izquierda, que el de centro a secas. Es una propuesta más generosa, más democrática, más progresista, que abona el terreno para confluir en una verdadera convergencia democrática.
Propuestas iniciales
La discusión se puso sobre el tapete cuando el ex constituyente y negociador principal de los acuerdos de paz de La Habana, Humberto de la Calle Lombana, publicó en El Espectador del 19 de julio pasado, una columna titulada “Centro izquierda”, en la que propuso construir una coalición política hacia las elecciones de 2022.
El hecho en sí mismo, de que sea una personalidad como Humberto de la Calle, quien formule la propuesta, constituye un signo nuevo, refrescante, dentro de la política nacional. A esto se agrega que uno de los primeros en responder afirmativamente a su iniciativa haya sido Gustavo Petro, el candidato presidencial que perdió con el mejor programa de gobierno posible. Y de quien investigaciones recientes han evidenciado que no llegó a la presidencia gracias al monumental fraude electoral de la ñeñepolítica, en favor del actual gobernante.

En esencia, De la Calle propone “construir una coalición que en el 2022 haga presencia con un programa compartido, construido de una manera transparente y sin equívocos” y la fórmula para alcanzar tal objetivo es una “ingeniería a la inversa”, donde cada uno de los interlocutores comience por fijar los puntos en los que no está dispuesto a ceder”, es decir “las líneas rojas”.
Acuerdo de dimensión histórica
Petro por su parte, en una columna titulada “¿Un pacto histórico?”, responde en forma contundente: “acepto su propuesta”, aunque con otro sesgo: “Yo estoy proponiendo es un pacto histórico, que no solo implica un gobierno de coalición en 2020, sino una serie de reformas que tienen como hilo marchar hacia la democracia”.
De la Calle propone una especie de negociación para sacar al país del atolladero. Algo en lo que tiene experiencia. Petro propone un conjunto de reformas sociales, más allá de un acuerdo electoral, con aires de dimensión histórica. Algunos analistas, no dejan de ver en la propuesta cierto tono mesiánico, cierta arrogancia, que le han criticado en su accionar político, y de la que parece no desprenderse.
Terceros en la discusión anotan que, si por consenso mayoritario se considera que llegado el momento de trabajar por un cambio se adoptare una mecánica para ello, lo saludable es una coalición de centro izquierda, que lleve a un gobierno compartido, con una esencia democrática, propuesta que se desliza en el escrito de De la Calle.

Gobierno de coalición
“De la Calle trata de crear un clima de entendimiento del centro hacia la izquierda y es el momento que Petro no puede dejar pasar”, dice por su parte Jorge Gómez Pinilla (El Espectador, julio 29, 2020). Gómez se adelanta a advertir sobre tropiezos iniciales que deberán afrontarse, como que Sergio Fajardo ha dicho: “nunca me uniré a Petro”, o el papel que en una iniciativa tal jugarían Claudia López, Jorge Robledo, Camilo Romero, el exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández. La cuestión es que se trata de sumar. Gómez Pinilla dice por ejemplo que la pelea de Petro con Claudia López no ayuda. Sin embargo, no es tanto una pelea personal. Es un debate sobre políticas públicas y decisiones de gobierno.
En su artículo del 19 de julio, Humberto de la Calle insiste “en la necesidad de construir una coalición que en el 2022 logre presencia con un programa compartido, construido de manera transparente y sin equívocos, que aleje los riesgos para la nación de los extremismos. He propuesto un procedimiento que he denominado ingeniería inversa. Se trata primero de señalar los límites, las líneas rojas de cada uno de los integrantes posibles. Suena raro empezar al revés, pero es la manera de evitar una cosa superflua y llena de retórica superficial. Después, ahora sí, las metas concretas de un gobierno de coalición”.
“Siguiente paso. Un compromiso ante la opinión de gobernar con ese programa conjunto en el entendido de que, como dije, sería un gobierno compartido (…) La lucha contra la corrupción ya no es solo un problema penal y moral: es una condición de supervivencia del sistema (…) todas las ramas del poder están afectadas ¡incluida la Justicia! El telón de boca debería ser la persistencia en soluciones civilizadas frente a los residuos de violencia política, preservando la ruta crítica señalada por el Acuerdo del Teatro Colón. No es imposible”, puntualiza De la Calle.
Endiosar a los seres humanos
Por fortuna, el debate no se presenta solamente entre Pedro y De la Calle, en una eventual fórmula presidente-vicepresidente para los próximos comicios generales. Otras voces sensatas intervienen en la polémica.
El consagrado escritor y novelista William Ospina, en una columna denominada La paz verdadera, (El Espectador, julio 26, 2020), dice: “La Colombia que va a nacer muy pronto pondrá más énfasis en el presente que en el pasado. No hablará tanto de lo que se hizo sino de lo que es necesario hacer. Debe endiosar menos a los dirigentes y endiosar más a los seres humanos, a los que fueron borrados para siempre de la leyenda nacional, por indios, por negros, por provincianos, y sobre todo por pobres.
“Porque allí está la verdadera grandeza, allí está la verdadera dignidad y allí estuvo siempre la paz verdadera”, puntualiza William Ospina.
Otro obrero y al mismo tiempo arquitecto de la búsqueda de la unidad y de la paz, Luis I. Sandoval, dice en una nota en El Espectador (julio 28): “El próximo tiene que ser un gobierno de realidades y no de simulaciones. Que no simule la paz, las garantías, la transparencia, la soberanía, la equidad, sino decidido a acabar la guerra, la violencia, la corrupción, la sumisión a potencias, la injusticia. Un gobierno que sea orgullo de cada hombre y de cada mujer que habita en el territorio o se reconoce colombiano en cualquier rincón del mundo. Un gobierno que supere la vergüenza, el ridículo, el hazmerreír que al presente somos”.

Epifanía de los nuevos tiempos
Y precisa a renglón seguido: “Un gobierno para todos desde una convergencia política muy amplia de corresponsabilidad. Las fuerzas del cambio -humanistas, liberales, democráticas, progresistas, políticas, sociales, culturales, académicas, desde territorios y regiones-, están llamadas a la unión en coalescencia (más que yuxtaposición), a formar un bloque histórico, a ofrecer al país una hoja de ruta para el siglo XXI, de cara al mundo y asumiendo la cuota parte en la agenda global. Un gobierno para cumplir, completar, consolidar la paz y adentrarnos en la verdad y la reconciliación. (…) Es la epifanía de un espíritu para los nuevos tiempos”.
Cerremos este espectro de opiniones, que es muchísimo más amplio, con una opinión reciente de Cristina de la Torre: “El caleidoscopio ideológico que ha florecido en estos años tiende a converger en dos tendencias gruesas. Una, de derecha impenitente, viuda del enemigo armado que por antinomia marcó su identidad; viuda ahora también de jefe, amenaza con despeñarse cuesta abajo. Otra, de centro-izquierda, toma la iniciativa en la tragedia y dibuja un horizonte de cambio”.
“Urge ahora convertir afinidades en programa común de una coalición de corte socialdemócrata para la elección de 2022 y el gobierno que le siga. Acaba de revelar Invamer que la intención de voto sumada por Petro, Fajardo y De la Calle alcanzaría el 65% de sufragios. Es la hora del centro-izquierda”, puntualiza Cristina de la Torre.
Los riesgos del anticomunismo
Tan ambicioso proceso tiene algunos riesgos. Uno de ellos, es no dejarse tentar por el discurso anticomunista. Recientemente, el secretario general del Partido Comunista, Jaime Caycedo, motivó ante la Justicia Especial de Paz, JEP, un extenso alegado sobre cómo a lo largo de muchos años de violencia política, especialmente durante el exterminio de la Unión Patriótica, centenares de militantes del partido fueron desaparecidos y asesinados bajo la impronta anticomunista.
La cuestión es que este discurso sectario ha calado también en algunos sectores de izquierda y ‘progresistas’. En el pasado, muchos procesos unitarios se frustraron o nacieron debilitados porque sectores que se consideraban a sí mismos de una extraordinaria pureza ideológica y hasta radicales, y que hacían alarde de revolucionarios, no se sentaban a la mesa con los comunistas, con los de la UP o con los del partido de La Rosa.
No vaya a ser que en aras de fijar las ‘líneas rojas’ rojas de cada organización, que se sugiere como una de las estrategias probables, una discusión semejante se convierta en un torneo de vetos, prevenciones, estrecheces, sectarismos o pequeños hegemonismos. No hace mucho, a una connotada líder política se le propuso una fórmula de trabajo unitario, con miras a un debate electoral. “Claro que sí, siempre he defendido la unidad” dijo la interpelada. “Pero desde luego, la candidata soy yo, el proyecto unitario deberá girar alrededor de mi postulación”, respondió.
Una inclusión generosa
El otro problema es el de los contenidos programáticos del proyecto, que debería edificar una arquitectura de centro-izquierda y no meramente de centro. Una izquierda light, deslactosada, sería insuficiente, mezquina con los grandes retos que enfrenta la nación.
Tomemos en cuenta que hay una variada gama de sectores alternativos y emergentes, de genuina raigambre popular, que no se han mencionado hasta ahora en ese espectro de unidades. Claro está que la izquierda tradicional, con los comunistas y la UP al frente, ven con entusiasmo un proyecto unitario. Pero deberían considerarse además los pueblos indígenas, sectores agrarios, estudiantiles, de víctimas del conflicto, juveniles, feministas y de orientación sexual diversa.
La propuesta inicial del doctor Humberto de la Calle, respaldada por Gustavo Petro, de que un proyecto unitario esté transversalizado por la defensa de los acuerdos de paz de La Habana y del Teatro Colón, es un muy buen punto de partida. Pero en un país, con unas heridas de la guerra que aún no cicatrizan, en donde Colombia además se convierte en amenaza para Venezuela y para otros gobiernos progresistas de la región, valdría la pena examinar la orientación de nuestras Fuerzas Armadas, la doctrina de la seguridad nacional, la afiliación a polos de agresión como la OTAN, y la subordinación a los intereses del Pentágono norteamericano.
Se abre la discusión
Una toma de posición en este sentido, tiene que ver desde luego con una revisión de la política exterior colombiana, que en los últimos años ha conducido al aventurerismo intervencionista por cuenta de la Casa Blanca y al aislamiento en el concierto internacional.
En su discurso de respuesta al presidente Duque, durante la instalación del actual periodo de sesiones del Congreso, a nombre de la bancada de oposición, la senadora Aída Avella propuso a otras fuerzas políticas trabajar mancomunadamente para sacar al país del atolladero en que se encuentra. Propuestas similares fueron hechas por la dirección nacional del Partido Comunista, con motivo de la celebración de los 90 años de fundación del Partido. En las páginas del semanario VOZ se registró en detalle la propuesta de ambas colectividades. Apuntan en esencia, a la democratización del país, a la justicia, la verdad y la reparación en torno a las víctimas del conflicto. ¡Bienvenida la discusión!

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