Al cambio de posición de la Casa Blanca en suspender patentes de vacunas anticovid contribuyó a la enorme presión de expertos en salud pública, líderes mundiales y de organizaciones de la sociedad civil
Alberto Acevedo
El anuncio hecho la semana pasada por la representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Katherine Tai, en el sentido de que Washington apoya la suspensión temporal de las patentes que amparan la producción de vacunas contra el covid-19, causaron un natural revuelo entre la comunidad médica y científica del mundo, y las Naciones Unidas saludaron la iniciativa, a la que calificaron de gesto humanitario de trascendencia global.
No era para menos. Estados Unidos no solo se ha opuesto históricamente a cualquier medida que atente contra la propiedad intelectual de las grandes corporaciones farmacéuticas, sino que la mayoría de éstas tienen sede en ese país y todas a su vez, financian generosamente las campañas electorales de los presidentes de esa nación, independientemente del partido al que pertenezcan. Había pues, razones de peso para que la Casa Blanca no diera ese paso.
La prensa corporativa, siempre tan acuciosa, puso a Biden en un altar en los cielos, por su profundo sentido humanitario, y hasta comienzan a compararlo con Franklin Delano Roosevelt, uno de los fundadores de esa nación. Pero, vistas las cosas con serenidad, no es para tanto.
Fruto de la presión
En primer lugar, lo que en realidad ha hecho la Casa Blanca es apoyar una iniciativa que desde el año pasado habían hecho a la Organización Mundial del Comercio, OMC, la India y Suráfrica. Y que, desde entonces a hoy, han apoyado más de cien países en todos los continentes.
Al cambio de posición de los Estados Unidos contribuyó pues la enorme presión de expertos en salud pública, líderes mundiales y de organizaciones de la sociedad civil, a los gobiernos y las farmacéuticas, en la medida en que el virus hace estragos y se torna imparable. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta el momento de conocerse la nueva postura de los Estados Unidos, en el mundo se han administrado 1.100 millones de dosis, más del 80 por ciento de ellas en países de alta renta o alta-media, en tanto que solo el 3 por ciento de esas vacunas en países de renta baja.
Pero, además, la propuesta de Washington y cien países más debe llevarse al seno de la OMC, que adopta una decisión solo por consenso. Si uno solo de los países miembros se opone, no hay decisión alguna en esta dirección. Estados Unidos promete hacer el lobby respectivo, pero esto tomará su tiempo, a la vuelta de quién sabe cuántos meses y de cuántos millones de muertos y contagiados más.
El poder de las farmacéuticas
Si la propuesta finalmente se abre paso, se requiere resolver una serie de tecnicismos relacionados con la suspensión de numerosos acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual, de comercio, de artes, patentes, logos, dibujos, protección de información, entre otros. Se supone que habría una suspensión de patentes por el tiempo necesario, hasta generalizar una cobertura global de la vacuna, y lo que los científicos denominan inmunidad de rebaño.
Hay gobiernos que consideran la medida contraproducente, y desde luego en esta línea se encuentran las grandes farmacéuticas, que ofrecen una cerrada resistencia. Consideran que la exención de las patentes de la vacuna no es una panacea y que el levantamiento de las protecciones desincentiva la inversión en el futuro, que es millonaria. Aseguran que esto les privaría de una ganancia financiera necesaria para compensar sus costosas innovaciones.
En realidad, lo que está en juego son las multimillonarias ganancias de las grandes farmacéuticas, para quienes la producción de vacunas es un gran negocio, sin importar cuántas personas mueran en el mundo por contagios, sin asegurarse previamente sus utilidades. Entre los cálculos del presidente norteamericano al hacer una propuesta contraria, priman también los intereses económicos.
Desafíos de la salud mundial
Estados Unidos intenta recuperar un liderazgo mundial, bastante maltrecho por la torpe administración de Trump. Está empeñado en una guerra comercial con China, se enfrenta a Rusia y otros países que no se pliegan a su política. La pandemia ha devastado la economía, no solo de Estados Unidas sino de otras potencias. Reactivar la economía es necesario para emprender la competencia con pies firmes. Pero la pandemia es un obstáculo. Necesitan menos muertos, menos contagios, para que haya más negocios. En la apuesta de Biden no hay un cálculo altruista. Es una simple cuestión de billetes.
A pesar de este cálculo, el mundo mira esperanzado la idea de que se levante el veto a la producción de vacunas. Algunos líderes van más allá y reclaman una vacuna universal. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dice por ejemplo que “el compromiso de apoyar la exención de las protecciones de la propiedad intelectual en las vacunas es un poderoso ejemplo de liderazgo de Estados Unidos, para abordar los desafíos de la salud mundial”.