Un largo aliento

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María Eugenia Londoño

Históricamente, cada cuatro años con la llegada del gobierno de turno, algunos sectores nos batimos en duelo con el Establecimiento para lograr que, en alguno de los artículos del Plan Nacional de Desarrollo, PND, queden plasmadas nuestras banderas de disputa, lo que sólo con la organización, la movilización y la lucha se logró de forma vaga y escueta.

Hoy, de manera inédita, el gobierno del cambio abre las puertas por medio de los Diálogos Regionales Vinculantes, rompiendo los esquemas tradicionales en la construcción y validación de esta carta de navegación.

Han sido premisas en su desarrollo, la escucha, la construcción colectiva, la territorialización de las necesidades, una nueva georreferenciación para su formulación y, sobre todo, la voluntad política de atender las necesidades de un pueblo que ha sido olvidado para el favorecimiento de los intereses capitalistas, imperialistas, de la oligarquía gansteril, empresarial y del sector financiero de nuestro país. Sin embargo, es necesario resaltar que hemos conquistado el gobierno, no el poder.

Lo que no contemple el contenido del PND durante este cuatrienio, no será viabilizado durante este periodo presidencial; los propósitos, objetivos de largo plazo, las metas, prioridades a mediano plazo, las estrategias y orientaciones generales de la política económica, social y ambiental, adoptadas por el gobierno, deben formularse en perspectiva de la apuesta política del Pacto Histórico, es decir, un proyecto político de largo aliento, que proyecte periodos para avanzar hacia la materialización de la paz con verdadera justicia económica, política y social, buscando mejorar las condiciones subjetivas para la construcción colectiva de una nueva realidad nacional, “al alcance de nuestros sueños” donde la prioridad sea el bien común.

Es preciso que en tales políticas se transversalice un componente de apropiación social, que permita a la población, luego de contemplados sus aportes para la formulación de la política pública, orientando la especificación de los recursos financieros y su enfoque de implementación, promover y proyectar un frente común en defensa de los avances democráticos y las reformas estructurales logradas.

En ello, es necesario impedir un comportamiento pendular de la dinámica política, como otrora se ha observado en la vida reciente de los países de América Latina. El retorno de la ultraderecha, mafiosa y guerrerista ha de ser un imposible ante la unidad y frente común, es decir que, el pueblo debe ser consiente de los avances, defenderlos y garantizar su continuidad en perspectiva de nuevas victorias electorales.

Es necesario resaltar la necesidad de fortalecer el trabajo con miras a las elecciones locales. El logro de la presidencia viabiliza la orientación del plan de inversiones públicas, sin embargo, su territorialización sólo será alcanzada plenamente con la venia de los gobiernos locales alineados a la política propuesta desde el Gobierno nacional.

Inevitable es enunciar el importante momento político que se configura para los pueblos del sur, luego del triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en la presidencia de Brasil, pues ello consolida la proyección de integración económica que urge para la materialización de la política social en el nuevo gobierno de Colombia.

Este resultado compromete la hermandad para el avance hacia la autodeterminación y soberanía, que desde hace más de tres décadas le es esquivo a nuestra nación. El mapa se pinta de rojo y la historia debe enseñar a los pueblos en resistencia, la importancia del respaldo popular para dar fuerza a estos vientos de cambio.