martes, abril 16, 2024
InicioEdición impresaUcrania: Occidente precipita el caos

Ucrania: Occidente precipita el caos

La ola de expresiones de separatismo fracciona a Ucrania de tal manera que el país marcha a un proceso de balcanización. Rusia recupera la iniciativa y hace inocuas las sanciones económicas anunciadas por Washington y Bruselas

ukraine

La declaración de independencia administrativa de Crimea, y los posteriores plebiscitos separatistas de los orientales distritos de Járkov, Donetsk y Slaviansk, entre otros, han precipitado una situación de caos generalizado, que seguramente no estuvo en los cálculos de Estados Unidos, la Unión Europea y las corporaciones transnacionales que animaron un proceso de desestabilización del gobierno de Ucrania para imponer un régimen de bolsillo, proclive a sus intereses.

Los cálculos de Occidente no tuvieron en cuenta que Ucrania ha sido una especie de estado-nación, sometido a fuertes presiones nacionalistas, en las que se cruzan culturas, etnias y nacionalidades diferentes, que habían logrado unirse bajo el modelo federativo de la extinta Unión Soviética, y que mal que bien, el gobierno del derrocado presidente Yanukovich, elegido por voto popular, a pesar de sus expresiones de corrupción, había logrado mantener un equilibrio político en el país.

Tampoco previeron las potencias occidentales la importancia política que para Rusia tiene la nación ucraniana, poseedora de importantes recursos naturales que ahora quieren ser birlados por grandes corporaciones transnacionales; que es sede de estratégicas bases militares rusas, en momentos en que Moscú viene recuperando su liderazgo global y no es ya la Cenicienta vilipendiada por Estados Unidos y Bruselas, tras el derrumbe de la Unión Soviética.

Y un factor adicional desestimado, que al imponer un gobierno títere en Kiev, integrado por elementos de las más clara estirpe fascista, antiguos colaboradores de la Alemania nazi, esta situación desató una explosión sociopolítica y desencadenó grandes fuerzas separatistas contenidas, que no reconocen a las nuevas autoridades de facto y propugnan por un realinderamiento con Rusia, bajo nuevas formas administrativas de gobierno y de gestión.

Provocando a Rusia

En estas condiciones, el asunto Ucrania se coloca cada vez más en el centro del acontecer internacional. En diciembre de 1989, un mes después del derrumbe del Muro de Berlín, los presidentes George Bush, de Estados Unidos, y Mijaíl Gorbachov, de la Unión Soviética, en reunión denominada Cumbre de Malta, suscribieron un acuerdo mediante el cual la OTAN no extendería sus tentáculos hacia los países de Europa Oriental. Hoy, 25 años después, la OTAN ha absorbido a la mayoría de los países del antiguo bloque socialista, incluyendo a todos los que son fronterizos con Rusia.

Tras la mampara de la OTAN, Estados Unidos ha logrado establecer un sistema antimisiles en Polonia, un radar militar en la República Checa; la OTAN ha intervenido militarmente en Yugoslavia, desintegrando el país, y puso en una situación humillante a Rusia, en los años posteriores a la desintegración de la URSS. Ahora quiere apoderarse de Ucrania y de sus ricos yacimientos naturales, además de que el país ocupa un lugar importante desde el punto de vista geoestratégico en la pugna entre las grandes potencias.

En Ucrania, pues, como se dice coloquialmente, Estados Unidos ha querido ‘medirle el aceite’ a Putin, pulsar su capacidad de respuesta, instigando un golpe de estado en Kiev y alentado oscuras fuerzas de ultraderecha. Rusia ha dado una respuesta que Occidente no esperaba y ha dicho con claridad que lo que pase en Ucrania afecta su seguridad nacional y su papel como potencia mundial. Estos intereses en pugna seguramente incidirán en el rumbo que tome Ucrania en las próximas elecciones, la semana entrante.

RELATED ARTICLES

Most Popular

Recent Comments