Bombardeos en Siria. El publicitado ataque del gobierno de Bashar al Assad a una localidad rebelde, con armas químicas, es otro falso positivo de la administración norteamericana para justificar un ataque con misiles a Siria
Ricardo Arenales
Los llamados halcones de la política occidental, incluidos los círculos de poder y la industria militar de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, están llevando la situación internacional a peligrosas y crecientes tensiones que, como advirtió el gobierno ruso, seguramente tendrán consecuencias impredecibles, si un bombardeo como el ejecutado el viernes de la semana pasada contra objetivos estratégicos de Siria, vuelve a repetirse.
En el caso de los recientes bombardeos a Siria, se repite el libreto que se utilizó para atacar a Irak, Libia, Afganistán y a otros gobiernos. Especialmente se recuerda el caso de Libia, donde se dijo que su gobierno tenía un arsenal nuclear y de armas químicas, lo que a la postre resultó una mentira. En el caso de la semana pasada, es otro “falso positivo”, para justificar la agresión contra el pueblo y el gobierno sirios.
El procedimiento utilizado por la administración Trump, ha sido motivo de condena generalizada. No se llamó a una investigación objetiva sobre el incidente, por parte de las Naciones Unidas ni de organismos especializados. Por consiguiente no se consultó tampoco la opinión del Consejo de Seguridad de la ONU, en clara violación de elementales normas del derecho internacional y del derecho de gentes. Tampoco, como se hizo, como en el pasado, una notificación de guerra a los gobiernos afectados.
Guerra por twitter
El gran teórico de la guerra, Karl von Clausewitz deberá estarse revolcando en su tumba al saber que la ofensiva contra Siria es la primera guerra que se anuncia por twitter. “Los misiles llegarán”, anunció el mandatario norteamericano por su cuenta de twitter. Y serán misiles “hermosos y rápidos”, señaló en medio de su demencial prepotencia. Ahora bastan los 280 caracteres escritos en una red social para declarar una guerra, a diferencia de la solemnidad con la que a lo largo de la historia se anunciaba un conflicto.
Semejante procedimiento provocó una oleada de rechazos en el mundo. Vigorosas manifestaciones contra los bombardeos en Siria se produjeron en Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Irán, y otras regiones del mundo. El ministerio de Relaciones Exteriores de China expresó el rechazo de ese país al uso de la fuerza en asuntos internacionales y llamó a la reconducción de la situación en Siria, hacia el diálogo y el derecho internacional.
El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, calificó de “irresponsable” el apoyo del presidente francés, Emmanuel Macron, al ataque ordenado por Trump contra Siria. “El pueblo sirio es un pueblo de paz, es un pueblo trabajador, no es un pueblo que quiera la guerra”, señaló por su parte el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Desprecio por el derecho internacional
En los propios pasillos del parlamento británico, el líder laborista Jeremy Corbyn condenó el involucramiento de su gobierno con el caso Siria. “Las bombas no salvan vidas ni atraen la paz”, precisó Corbyn. El gobierno británico debería liderar el cese al fuego en la nación árabe y no seguir las instrucciones de Washington”, dijo el vocero de los laboristas.
El secretario general de Podemos, en España, Pablo Iglesias, instó al gobierno de Rajoy a pronunciarse a favor de la paz y no de la guerra. “El ataque de Trump y sus aliados ignora a la ONU y desprecia la legalidad internacional”, señaló Iglesias. También la Nobel de Paz, Rigoberta Menchú llamó a los países integrantes de la ONU a intervenir en el conflicto para detener las operaciones de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, en Siria. “Un ataque a Siria significa una nueva amenaza para el mundo entero”, es un conflicto que carece de justificación, dijo por su parte, en una declaración, la Cumbre de los Pueblos, que sesionó en Lima, la semana pasada.
Montaje
Mientras la prensa internacional hacía esfuerzos por avalar la versión de Washington sobre un presunto ataque con armas químicas a un reducto rebelde, por parte del gobierno de Siria, para justificar la agresión posterior de las potencias occidentales contra ese país, oficiales de inteligencia del gobierno ruso, que visitaron la zona de Guta, escenario del bombardeo, hablaron con los habitantes, con los médicos del único hospital que funciona y con excombatientes rebeldes que depusieron las armas, y no solo no encontraron huellas de sustancias tóxicas. Tampoco los cadáveres de las supuestas víctimas ni los cementerios donde están enterradas. Indicio de que se trató de un montaje.
Esta versión toma fuerza, por cuanto quien primero habló de la utilización de armas químicas fue la organización denominada Cascos Blancos, una organización creada en Estambul, en mayo de 2013, por un exmilitar británico, James Le Mesurier, con amplia experiencia en guerras de agresión del Reino Unido, que ocupó puestos clave en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, la Unión Europea y la ONU. Los Cascos Blancos actúan solo en territorios ocupados por grupos rebeldes en Siria, y se han mostrado aliados del terrorismo takfirí (yihadista) y de los servicios de inteligencia de occidente.
Ofensiva generalizada
No es casual que los misiles disparados contra Siria, se hayan dado unos pocos días después de que se desató una operación conjunta contra Oriente Medio por parte de la denominada Tríada Sangrienta, compuesta por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, en una retórica de guerra, de noticias falsas, de acusaciones sin justificación, para desestabilizar gobiernos progresistas en la zona.
Esto implica continuar la agresión contra el pueblo de Yemen por parte de Arabia Saudí, intensificar el sufrimiento del pueblo iraquí, tras 15 años de invasión, seguir cercando a la República Islámica de Irán, cercar al pueblo palestino, especialmente en la Franja de Gaza, por parte de Israel y presionar al gobierno ruso para que ataque las posiciones de Hezbolá, a quien occidente acusa de ‘terrorismo’. Toda una ofensiva de las grandes potencias para reposicionar y repartir los territorios de los países del Oriente Medio. En este escenario es donde encaja la intención de desestabilizar, con bombardeos directos, al gobierno de Siria, que no se somete al dictado norteamericano.