“Desafiar al patriarcado actual es un acto de lealtad hacia las generaciones futuras y la vida, y hacia el propio planeta”, esta consigna ecofeminista ha tomado cada vez más relevancia en la situación actual del medioambiente en el mundo
Liria Manrique
Los gobernantes han decidido incluir en sus discursos públicos cuestionamientos sobre los negacionistas mundiales, al ser testigos de cómo las tragedias ambientales, los fenómenos naturales y la supervivencia están haciendo que el planeta camine por el filo de lo catastrófico.
El cambio climático amenaza la existencia de la humanidad, advirtiendo una extinción mucho más rápida de lo proyectado para una especie que lleva solo 200 mil años en el planeta, y que sigue causando daños irreparables a nuestro hogar, la tierra. Se calcula que otras especies, como los dinosaurios, estuvieron 135 millones de años sin generar una destrucción de tal magnitud.
La inminente extinción
La tierra ha soportado cinco extinciones masivas. Sin embargo, la nuestra, la extinción de la humanidad, será la más rápida en ocurrir, acelerada por la especie “pensante”. El cambio climático afecta a toda la humanidad en general, sin distinción de clases sociales, razas, género o nacionalidad.
Lo anterior no quiere decir que sus consecuencias se soportan en igual dimensión, por el contrario, se debe resaltar la profunda desigualdad que hay en el mundo.
Los sectores históricamente excluidos, periféricos y discriminados, soportan las consecuencias ambientales en proporciones mucho más graves que la élite del planeta y losUniom países capitalistas. Un claro ejemplo de esta desigualdad es la diferencia de la huella ecológica: en 2003, un habitante de Estados Unidos tenía el equivalente a 9,6 hectáreas, mientras que un habitante de Gabón, África Central, apenas superaba una hectárea.
Los grupos más vulnerables son los que afrontan con mayor dureza el cambio climático, lo que podría dejar una parte de la sociedad en situación de precariedad, con la posibilidad de desatar problemas sociales, que hoy solo existen en películas o libros de ciencia ficción. El libro La parábola del sembrador de la escritora feminista Octavia Estelle Butler (1947-2006) retrata muy bien esa distopía.
La naturaleza y las mujeres
Ahora bien, entre estos sectores excluidos que enfrentan los efectos del cambio climático están las mujeres de todo el mundo, en especial aquellas en situaciones de pobreza, jefas del hogar y las cuidadoras.
Según el informe de ONU Mujeres, presentado en la COP28, para el año 2050, el cambio climático puede empujar a la pobreza a 158 millones de mujeres y niñas, además de provocar que 232 millones de ellas se enfrenten a inseguridad alimentaria, pues, las condiciones meteorológicas extremas, tales como tormentas, inundaciones o calor van en aumento, obligando a miles de personas a abandonar sus hogares en todo el mundo.
Según ONU Medio Ambiente, el 80% de las personas desplazadas por el cambio climático son mujeres o niñas que se enfrentan a mayores riesgos de pobreza, violencia o embarazos no deseados al emigrar a lugares menos seguros.
Además, las mujeres sufren de manera desigual los efectos de la falta de acceso a agua potable y servicios de saneamiento tras las catástrofes y la grave sequía. Al mismo tiempo, fenómenos como la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y la violencia de género, tienden a incrementarse sustancialmente en condiciones extremas de la sociedad.
Otra matriz energética
Dicho esto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, que agrupa el 99% de la comunidad científica, describe la velocidad con que avanzan las consecuencias de este fenómeno: “de no reducir drásticamente y en un plazo breve las emisiones de gases de efecto invernadero la situación puede ser dramática”.
Este escenario hace necesario pensar otra matriz energética, lo que implica no solo cambiar el consumo social excesivo de las energías fósiles, sino también garantizar alternativas laborales para las y los trabajadores vinculados hoy a las empresas extractivas, así como promover una distribución eficiente y equitativa del acceso a la energía. En este proceso, las mujeres han resultado ser más eficientes.
Según el informe de la organización Women in Sustainable Energy, Climate Change, and Environmental Protection, hoy las mujeres representan el 16% de los puestos de dirección en grandes compañías eléctricas internacionales, lo que significa que se necesitarían 72 años para alcanzar el 40%. Además, las mujeres son el 20% de las fuerza laboral en el sector energético.
Así pues, las mujeres son el 35% de la plantilla en las principales compañías de energías renovables, porcentaje mucho más amplio del que se tiene de las compañías de energía tradicionales. Las petroleras del mundo, que se han fijado objetivos de descarbonización más agresivos, tienen mujeres en los consejos de administración, 54% Shell y 40% BP.
Bloomberg analizó 11.700 compañías y corroboró que las empresas con mayor diversidad de género en sus consejos, 30% o más, logran contener mejor el crecimiento de sus emisiones de carbono (0,6%) que aquellas sin presencia femenina (3,5%).
Casualidad dirán algunos, pero, como señala la ONU: “En un tiempo en que el cambio climático y los desastres naturales amenazan más que nunca el futuro de la humanidad es momento para que las mujeres alcen la voz y sean escuchadas. Su relación con el medio ambiente y su sensibilidad en la gestión de los recursos naturales son un tesoro que aún está por descubrir”.
¡Se tiene esperanza. Es necesario permitir actuar a las mujeres!
* Feminista y defensora de los derechos humanos
