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Terrorismo racista en Estados Unidos

El asesinato de nueve feligreses en una iglesia metodista norteamericana pone en evidencia que, más de 150 años después de haber abolido la esclavitud, Estados Unidos no logra superar el odio racial, a pesar de que se proclama como paraíso de la democracia.

Protesta contra la violencia racista de la policía en los EEUU.
Protesta contra la violencia racista de la policía en los EEUU.

Alberto Acevedo

Unos días antes de disparar contra un grupo de fieles de la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, de la localidad de Charleston, en Carolina del Sur, Dylann Roof, de 21 años de edad, un fanático racista, de claras simpatías fascistas, había dejado conocer a sus amigos más cercanos su odio contra las comunidades negras de su país, y anunciado su disposición de cometer una matanza, como la que en efecto llevó a cabo el pasado miércoles 17 de junio, con un saldo de nueve personas muertas, todas de color, incluyendo al pastor del templo religioso.

Relatos de testigos indican que Roof ingresó a la casa de oración, se sentó junto a los devotos, escuchó durante casi una hora sus oraciones piadosas, y cuando iba a cometer el crimen, les gritó: “ustedes violan nuestras mujeres y están tomando nuestro país y se tienen que ir”.

Curiosamente, las mismas razones de Roof están contenidas en los estatutos del célebre Ku Klux Klan, la organización ultranacionalista que más cultivó el odio racial en Estados Unidos y que llevó a sus miembros a practicar rondas nocturnas de asesinatos, persecuciones y linchamientos de hombres y mujeres de raza negra, incluyendo el incendio de varias iglesias frecuentadas por esta minoría.

El crimen de la iglesia de Charleston ha levantado de nuevo una ola de indignación entre buena parte de la ciudadanía norteamericana, especialmente entre los sectores democráticos y organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos, y pone de relieve que más de siglo y medio después de haberse eliminado oficialmente el esclavismo, y de expedirse una serie de normas que de manera formal castigan la discriminación racial, este fenómeno sigue latente en los Estados Unidos.

Lo que sucedió en la iglesia de Charleston es un acto de terrorismo racista. Pero hechos de esta naturaleza no son nuevos, se hunden en la historia de ese país y van más allá del nacimiento de los Estados Unidos como nación. Recién los negros norteamericanos conquistaron la libertad, bandas del Ku Klux Klan andaban a caballo sembrando el terror, haciendo ejecuciones sumarias linchando a la gente de color. En las filas de esta organización militaban muchos de los antiguos dueños de esclavos, que de esa manera expresaban su odio frente a los cambios que se producían en la nación norteamericana.

Manejo mediático

Y a pesar del entronque existente entre esa tradición racista en la sociedad norteamericana y el pensamiento fundamentalista de Dylann Roof, en cuya chaqueta tenía emblemas de los regímenes racistas de Sudáfrica y Rodesia en tiempos del apartheid, en los cargos criminales que se le imputan no existe uno por racismo ni terrorismo.

Se le formularon oficialmente nueve cargos por asesinato y uno por posesión de arma de fuego para cometer crimen violento. En la causa criminal no se menciona que las víctimas eran de color, y menos que esa fue la razón para haberles quitado la vida.

En Estados Unidos, si el terrorista es blanco, jamás se le relaciona con el color de la piel. Como ahora, la prensa hace esfuerzos por presentar la versión de que hubo motivos complejos, inescrutables, perdidos en la mente enferma del autor, que motivaron este hecho criminal.

Y ahí se presenta otra constante en el manejo mediático de estos hechos. Si el asesino es blanco, la responsabilidad delictiva es individual, en el peor de los casos, consecuencia de una mente enferma. Pero el asesino actúa solo.

Ideales norteamericanos

De esta manera se elude la discusión de que en ese país hay una tradición de discriminación racial. No se quiere admitir que no es un problema de individualidades, de ‘manzanas podridas’, sino un asunto generalizado. Por eso, la matanza de Charleston ni las autoridades ni los medios de comunicación la consideran un acto de terrorismo. En cambio, a los ciudadanos les venden la idea de que el terrorismo es extranjero y tiene piel negra.

Lo paradójico es que mientras Estados Unidos reafirma su poderío internacional, la opinión pública asiste al espectáculo de policías asesinando a hombres y mujeres negras.

En un informe reciente de la Oficina de Estadísticas Judiciales sobre homicidios policiales, se reconoce que entre 2009 y 2011 la policía norteamericana mató a 7.427 personas, un promedio de 92 por año, la mayoría gentes de color. Entre 2010 y 2014, la policía británica mató a cuatro personas. En 2014 la policía de Canadá mató a 78 personas. Pero en China, con unos 1.400 millones de habitantes, en 2014 la policía de ese país mató a 14 personas.

En toda la guerra de Irak, han muerto 58 soldados norteamericanos y ninguno de los soldados que participa en la guerra informa de cuántas personas de ese país matan por año. Cuando el año pasado Obama anunció su guerra a muerte contra el Estado Islámico dijo que era una lucha en nombre de los ideales norteamericanos de libertad, justicia y dignidad, “que han guiado a nuestra nación desde su fundación”. ¡Qué ironía! Estados Unidos no tiene autoridad alguna para hablar de libertad, de justicia, de dignidad.

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