jueves, marzo 28, 2024
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Territorios de paz

Concebimos el paso hacia la vida política abierta, como una acción transformadora, en que la insurgencia se reincorpora a la vida civil en lo económico, lo político y lo social, dentro de los territorios y en estrecha relación con las comunidades que nos han acogido por años.

Foto: Hembo Pagi.
Foto: Hembo Pagi.

Carlos Antonio Lozada
Integrante del Secretariado de las FARC-EP

En desarrollo del presente ciclo las FARC-EP presentamos la propuesta de creación de territorios especiales para la construcción de la paz, cuyo objetivo es la generación de condiciones económicas, políticas, sociales y de seguridad que permitan la reincorporación de las FARC a la vida civil y la normalización de la sociedad colombiana y muy particularmente de los territorios donde se ha desarrollado la guerra.

La propuesta toca con la esencia de un tema que de alguna manera ya viene siendo abordado a través de los medios, por funcionarios gubernamentales, voceros de los partidos y analistas, bajo el nombre de post conflicto; que nosotros preferimos denominar post acuerdo, para significar que en La Habana estamos tratando de poner fin solamente a la expresión armada del complejo conflicto colombiano; comprendiendo además que con la firma del acuerdo no cesan los conflictos sociales, pero sí deben crearse las condiciones para que dichos conflictos los podamos tramitar por las vías propias de una sociedad realmente democrática.

La propuesta parte de la realidad de lo que ha sido y es la existencia de las FARC-EP en los territorios como proyecto político con profundas raíces socio-históricas, donde sus estructuras político-militares además de resistir por largos años las sucesivas operaciones estatales de contrainsurgencia, han tejido una compleja red de relaciones políticas y socio-culturales con las comunidades que se expresan de múltiples formas: parentescos familiares entre guerrilleros y comunidades; autoridad encargada de hacer cumplir las normas de convivencia acordadas por las asambleas populares; acciones cívicas y trabajo conjunto con la población en la construcción y mantenimiento de caminos, puentes y carreteras; comunión de objetivos en la lucha reivindicativa y política con indígenas, negritudes y campesinos que pueblan las áreas de influencia, etc.

A lo anterior habría que agregar que el proyecto político fariano trasciende sus estructuras guerrilleras, abarcando otras formas organizativas como las milicias, el Partido Comunista Clandestino, el Movimiento Bolivariano, además de contar con una probada influencia en diversas organizaciones de masas y sectores sociales organizados, en campos y ciudades; a lo que se agrega el apoyo activo de miles de colombianos que de alguna manera expresan respaldo a las ideas por las cuales luchamos los guerrilleros. Esa realidad es la que explica, entre otras cosas, la fortaleza político-militar, la alta moral y la capacidad de resistencia de las FARC-EP.

Y son estas razones que venimos esbozando, las que hacen que el proceso de reincorporación a la vida civil, como lo vemos desde las FARC-EP, trascienda los estrechos marcos de las experiencias de acuerdos de paz anteriores, en las que los movimientos insurgentes, bajo la modalidad de la desmovilización, abandonaron sus ideales revolucionarios originales, para terminar desintegrados como alternativas políticas revolucionarias; a la vez que sus integrantes rápidamente, después de recibir unos pocos subsidios o un pequeño capital para financiar proyectos individuales, pasaron a engrosar las filas del desempleo, con todos los traumas que esto acarrea, para una sociedad en vía de superar un conflicto.

En nuestro caso, concebimos el paso hacia la vida política abierta, como una acción transformadora, en que la insurgencia se reincorpora a la vida civil en lo económico, lo político y lo social, dentro de los territorios y en estrecha relación con las comunidades que nos han acogido por años; a partir de una visión colectiva y no individual del proceso, lo que permite además de la continuidad de la propuesta política revolucionaria; la formulación de proyectos económicos y sociales, con la sustentabilidad y sostenibilidad necesarias, para que cumplan su función de normalización de los territorios y de las relaciones económicas, sociales y políticas a nivel de las comunidades y entre estas y el Estado.

Son además estos territorios de paz, el mejor escenario para la reconciliación nacional, entendida como el reencuentro entre los diversos sectores que hemos estado enfrentados por la lucha armada; pero también, como la necesaria incorporación al mercado nacional, de las regiones hasta ahora marginadas, que es lo que finalmente les debe permitir salir del olvido, el aislamiento y el atraso, en que han sido mantenidas por los sucesivos gobiernos.

La paz es mucho más, muchísimo más, que el silenciamiento de los fusiles.

Pueblo Colombiano: ¡Pa La Mesa!

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